
El gobierno de Milei apuesta todo al apoyo de la Casa Blanca. Aquel cheque que prometió Scott Bessent, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, en abril, durante su visita a la Argentina, ahora es esperado ansiosamente como una tabla de salvación para calmar a los “campeones” que chicaneó Caputo, los que ya se llevaron 1.110 millones de dólares. Aquella presencia de Bessent en la Casa Rosada fue interpretada como lo que fue: un explícito respaldo de la administración Trump al gobierno libertario. Ocurrió el primer día del levantamiento del cepo. Para Milei esa decisión hizo a los argentinos “más libres”. En perspectiva, ahora puede haber sido una decisión apresurada impulsada por la euforia triunfalista.
Este miércoles, Bessent recibirá a Milei y a Caputo en Washington. La esperanza oficial es salir de esa entrevista con la seguridad de poder defender el techo la banda cambiaria hasta las elecciones. La hipótesis optimista más extendida es que Milei es el único aliado genuino en una región hostil y que Trump no lo dejará solo en medio de esta tormenta furiosa. Otros, en cambio, también conocedores de los pasillos del poder americano, son más escépticos. Creen que habrá por supuesto apoyo político pero que ese sostén no necesariamente se traducirá en un préstamo puente. Y agregan que será difícil sostener esta sangría del Banco Central.
El nuevo embajador de EE.UU., Peter Lamelas, se viene a las apuradas a tomar posesión de su cargo luego de recibir la confirmación del Senado. Luego de un largo período sin titular en la Embajada, la llegada de Lamelas, aseguran en el gobierno, será una expresión de respaldo de la Casa Blanca.
Para no irritar a Trump aquí se cometen excesos: la baja representación jerárquica del gobierno en la celebración del día nacional chino, en la que el embajador ratificó la vigencia de los préstamos (swaps) renovados de su país a la Argentina, durante Cristina, Fernández y Milei.
No hay sutilezas. En la cierta desesperación palpable entre la desconcertada tropa libertaria se afirma un argumento que seguramente será puesto en la mesa en Washington como razón de peso para acelerar la ayuda. Y es este: la política de contención a la influencia china en Argentina puede sufrir un colapso si el peronismo retorna al poder. Principalmente Axel Kicillof, espantan.

No es el único fantasma que agitan pero el temor al “comunismo” (?) es el principal.
Al gobierno le quedan 25 días hábiles hasta las elecciones legislativas para defender el sistema de bandas del dólar. Es un desfiladero en el que cuenta cada paso para una administración que ha visto afectado su principal capital: la confianza. La denuncia de corrupción, según todas las encuestas, penetró muy profundo, y los dejó igualados con “la casta” que abominaban.
Pero las elecciones parecen un puente demasiado lejos para un gobierno que ha quedado entre conmovido, paralizado y partido, luego de las elecciones perdidas en la Provincia.
El cambio de piel que mostró Milei en sus apariciones públicas, después del tropezón bonaerense, es una cosmética electoral de corta duración. ¿Cuál es el verdadero Milei? ¿El de la irascibilidad, el insulto y la descalificación a granel? ¿El que insinúa, más que promete, soluciones consensuadas?
La respuesta se expuso en Córdoba: la andanada contra Schiaretti reveló que aún en la provincia más favorable, los errores de La Libertad Avanza y la recesión económica, además, ha achicado mucho la ventaja electoral. Aunque guionado, bajándole el precio a uno de sus generales de la “fuerza armada” digital del mileísmo para re acercarse a Luis Juez, Milei volvió a ese discurso del exitismo desmesurado.
¿Cómo reconstruye esa alianza tácita que lo llevó al poder? El voto que lo abandonó -sobre todo voto femenino y en los sectores más vulnerables- tiene más que ver con la economía, básicamente, y con su incomprensible tenacidad para pelearse con aliados potenciales. Para esa pregunta, salvo algunos movimientos y gestos de Guillermo Francos, no hay respuesta.
La lista de errores tácticos electorales es larga. Gobernadores que hubieran acordado razonablemente con los libertarios ahora están en pie de guerra porque el gobierno los desafió en su propio territorio. Candidatos desconocidos, desairando a otros dirigentes más avezados y con trayectoria en sus distritos.
Los responsable políticos del armado fueron Karina Milei y los Menem, a quienes hacen cargo de esos desaguisados. Es un juego de suma cero: Milei ha demostrado que si hay una alianza inquebrantable es con su hermana y que ese vínculo soportará cualquier desgaste.
El rival interno de Karina, Santiago Caputo, fue el que tomó la palabra en Olivos ante todos los candidatos y el propio Presidente. Karina estuvo poco tiempo y la ausencia de Lule Menem fue notoria y de allí que se alimentara el rumor de patas cortas de que había sido desplazado. No ocurrió con él. Martín Menem, en cambio, tendría los días contados en la Cámara de Diputados.
Se dice también que el Caputo, el joven, se declara “cansado” y a algunos les llegó a insinuar que se alejaría después de octubre. Rumores envenenados de Palacio que, por ahora, nadie cree.
Quizá el objetivo de Milei ya no sea “pintar de violeta” todo el país sino evitar que otros lo pinten de otro color: la realidad le golpeó las puertas. Es casi seguro que tampoco le alcance al gobierno la cantidad de diputados para bloquear iniciativas aventuradas en el Congreso, pero seguramente aumentará el número de bancas.
Hay peronistas que ya sienten que están de regreso. Triunfalismos vacuos que solo hablan de venganza, más que de racionalidad, y describen escenarios apocalípticos que son más expresiones de deseos de dirigentes que una decisión partidaria. Ahora hay una sensación de unidad por el infortunio de Milei pero la situación interna del justicialismo aún está por definirse y es lo que va a ocupar el escenario a partir de octubre.
Kicillof intenta correrse al centro pero, como Milei en modo “friendly”, le cuesta aprender ese rol y teme que su mentora, Cristina Kirchner, lo acuse de bandearse a la derecha. Ya se sabe lo sensible que es Kicillof a esas acusaciones.
Para colmo Cristina le metió a Grabois en las listas para que haga patrullaje ideológico ante ese posible giro centrista del gobernador de Buenos Aires. Sergio Massa hace su juego de componedor pero no se olvida de que no es popular en la Casa de Gobierno de La Plata como en San José 1111, aunque habla con todos sin perder de vista a ningún sector, inclusive el de Schiaretti.
El ex gobernador cordobés, tan atacado el viernes por Milei, aspira a que, luego de octubre, al menos otras dos provincias se sumen a su armado nacional y quizá también Horacio Rodríguez Larreta llegue a un acuerdo como aquel que propuso en medio de la interna con Patricia Bullrich, propuesta que acentuó su crisis con Mauricio Macri.
El centro, sin embargo, ha sido hasta aquí un espacio virtual que ha colapsado por la polarización extrema.
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