
“Vi también a la madre de Edipo, la bella Epicaste, que cometió sin querer una gran falta casándose con su hijo, pues éste, luego de matar a su propio padre, la tomó por esposa”, Homero, La Odisea (Canto XI).
El mundo de Barbara Daly Baekeland era, en apariencia, la envidia de la alta sociedad del siglo XX. Como figura prominente y esposa del heredero de la fortuna de quien inventó la baquelita, su vida transcurría entre lujosos apartamentos en Manhattan, fiestas en París y veraneos en la Riviera.
Barbara Daly Baekeland fue la envidia de la alta sociedad neoyorquina durante el siglo XX.Era una mujer de extraordinaria belleza, ingenio y una ambición social implacable. Sin embargo, detrás de la fachada de opulencia, la historia de los Baekeland no era un cuento de hadas, sino una tragedia griega moderna, donde la enfermedad mental, el incesto y la obsesión se tejieron en una oscura red que acabaría en una brutal tragedia.
Lo que el mundo desconocía era la peligrosa obsesión que Barbara cultivaba hacia su único hijo, Antony. La desesperación de una madre por “corregir” la identidad de su vástago, llevándola a cruzar la línea del incesto en un esfuerzo destructivo por retenerlo, convirtió su vida en un infierno privado. Esta es la crónica de un colapso familiar en la élite, un estudio escalofriante sobre las dinámicas tóxicas que solo el dinero no pudo silenciar, y la verdad detrás del escándalo que inspiró la película “Savage Grace”.
El telón de fondo de la alta sociedad
Barbara Daly Baekeland no era una socialité cualquiera. Era una figura prominente de la alta sociedad estadounidense y, más tarde, europea. Su matrimonio con Brooks Baekeland, nieto de Leo Baekeland, el inventor de la baquelita (el primer plástico termoestable), la ubicó en el centro de un linaje de poder y riqueza. Este estatus le garantizó una vida de glamour sin restricciones, viajando entre Nueva York, París y Londres, y codeándose con la élite artística e intelectual de su tiempo.
Sin embargo, tras la fachada de opulencia, la vida familiar se desmoronaba. La relación entre Barbara y Brooks era volátil, marcada por las infidelidades mutuas. En el centro de este matrimonio disfuncional se encontraba su único hijo, Antony Baekeland, nacido en 1946.
Barbara Daly Baekeland con su hijo Antony en 1946.La relación de Barbara con Antony no fue la de una madre convencional, sino una vinculo enfermizo de codependencia y obsesión. A medida que Antony crecía, Barbara proyectaba en él sus propias ambiciones frustradas, viéndolo como una extensión de sí misma y como su único pilar emocional ante un matrimonio en ruinas.
El verdadero punto de inflexión en esta dinámica llegó con la adolescencia de Antony y el descubrimiento de su homosexualidad. Para Barbara, una mujer aferrada a las normas sociales rígidas y a una imagen de perfección, la orientación sexual de su hijo se convirtió en un fracaso personal y una vergüenza insoportable. Decidida a “curar” lo que ella percibía como un “problema”, Barbara emprendió acciones desesperadas y socialmente devastadoras.
Barbara y Brooks Baekeland durante su matrimonio.Primero, intentó exponer a Antony a trabajadoras sexuales con la idea cruel de “reorientar” su deseo hacia las mujeres. Pero el colmo de su control llegó en un giro estremecedor: en el contexto de una profunda inestabilidad emocional y sexual, Barbara admitió haber iniciado relaciones sexuales con su propio hijo. Este acto marcó el inicio irreversible de la espiral descendente final para ambos.
La decadencia y el acto final
El divorcio de Brooks Baekeland y el deterioro de la salud mental de Antony exacerbaron la situación. Antony, ya un joven con serios problemas psiquiátricos, vivía bajo el peso de la presión materna, el trauma del incesto y una identidad fragmentada.
El escenario final de esta tragedia se estableció en Londres. En la mañana del 17 de julio de 1972, la obsesión y la locura alcanzaron su pico más alto. En su lujoso apartamento en el barrio de Chelsea, Antony, en un violento arrebato, apuñaló a su madre, Barbara Daly Baekeland, causándole la muerte.
Durante su adolescencia, Antony Baekeland descubrió que era homosexual. Su madre decidió “curarlo” con acciones devastadoras.El brutal matricidio conmocionó a la alta sociedad, que intentó minimizar y silenciar el escándalo. Antony fue arrestado y, tras ser declarado inimputable por enfermedad mental, fue internado. Años después, tras un intento fallido de reincorporación a la vida normal y una profunda recaída, Antony Baekeland se suicidó en un hospital psiquiátrico de Nueva York en 1980, poniendo fin a la línea directa de esta trágica historia.
Un legado inmortalizado en el cine
La historia de Barbara y Antony Baekeland era demasiado oscura y compleja para quedarse solo en los archivos policiales. En 1985, los autores Natalie Robins y Steven M.L. Aronson la desentrañaron en el libro “Savage Grace”, una crónica que detallaba la locura, el privilegio y la decadencia de esta familia.
El libro sirvió como base para la adaptación cinematográfica homónima de 2007, dirigida por Tom Kalin y protagonizada por Julianne Moore y un joven Eddie Redmayne. Pese a que la película tuvo una pésima recepción (38% de aceptación en Rotten Tomatoes), su valor reside en mostrar una historia trágica y exponer el desgarro interno de una familia.
Eddie Redmayne and Julianne Moore in much much better performances in SAVAGE GRACE. No dementia, no ALS, just CRAZY. pic.twitter.com/G1uYuaIB7R
— Bret Easton Ellis (@BretEastonEllis) February 26, 2015
En una hora y media, “Savage Grace” muestra distintos y destructivos puntos de vista: el control obsesivo de Barbara, la frialdad distante de Brooks, y la tortura psíquica de Antony. La película no es solo un recuento de hechos, sino un intento de dramatizar la espiral de desesperación y trauma que condujo inevitablemente al matricidio, inmortalizando así uno de los capítulos más sombríos de la historia de la alta sociedad neoyorquina.
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