
El desayuno es la primera comida y la más importante para arrancar el día con energía y salud. Pero no todos deben desayunar lo mismo: las necesidades nutricionales cambian a lo largo de la vida, y adaptarse a ellas puede marcar una gran diferencia en el bienestar diario y la prevención de enfermedades.
Bebés y niños pequeños
Hasta el primer año, la leche materna o de fórmula es fundamental. La introducción de fruta fresca comienza a partir de los cinco meses, y el huevo se incorpora poco a poco desde los nueve meses, siempre con supervisión pediátrica. A partir del año, los niños pueden comenzar a compartir la alimentación familiar, privilegiando lácteos enteros y dedicando tiempo a un desayuno tranquilo en familia.

Niños de 2 a 10 años
En esta etapa, las necesidades energéticas oscilan entre 1.200 y 2.200 calorías diarias. Un desayuno equilibrado puede incluir yogur natural con frutos secos, fruta fresca y una tostada de pan integral con aceite de oliva, aportando proteínas, grasas saludables y fibra para un crecimiento y desarrollo cognitivo óptimos.
Adolescentes
Con requerimientos energéticos de hasta 2.500 calorías por día, los adolescentes necesitan un desayuno más completo, que puede incluir leche, café con leche o yogur natural, fruta y dos tostadas integrales con aceite de oliva, tomate, queso o huevos revueltos. Es clave vigilar los hábitos alimentarios para evitar desequilibrios.

Adultos
Entre 2.000 y 2.500 calorías diarias según actividad, los adultos deben priorizar fibra y frutas enteras, evitando jugos azucarados. Un desayuno recomendado incluye leche o té con leche, fruta y tostadas integrales con aceite y jamón serrano o alternativas saludables.
Mayores de 55 y 65 años
Con un metabolismo que se ralentiza, se recomienda consumir menos calorías pero mantener un aporte adecuado de nutrientes. Los lácteos enteros, cereales integrales y frutas en formatos fáciles de digerir (jugos, compotas) son ideales para esta etapa.

Embarazadas y lactantes
Las necesidades energéticas aumentan y se aconseja incluir lácteos enteros, cereales integrales y frutas, evitando azúcares y alimentos que puedan afectar la absorción de nutrientes como el hierro. Se recomienda fraccionar las comidas y evitar ciertos quesos y carnes crudas.
Celíacos y personas que no consumen lácteos
Para quienes no pueden consumir gluten o lácteos, las opciones incluyen derivados del maíz y arroz, y bebidas vegetales enriquecidas (soja, avena, arroz). Frutos secos, garbanzos y tofu aportan calcio y proteínas esenciales.
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