
El Tribunal Fiscal de la Nación vuelve a ocupar un lugar de vanguardia institucional. Tras haber sido pionero en la digitalización del expediente y en la transparencia de sus decisiones, ahora se prepara para dar un nuevo paso: el desarrollo de una herramienta propia de inteligencia artificial capaz de resumir hechos y argumentos en los proyectos de fallo.
La motivación no es menor. Quien haya pasado horas frente a un expediente judicial sabe que gran parte del esfuerzo intelectual se consume en ordenar el relato de los hechos, revisar escritos y seleccionar los antecedentes relevantes. En ocasiones, esos pasajes intermedios —indispensables para la coherencia del razonamiento— insumen días, incluso semanas, antes de llegar al corazón jurídico del caso. A ello se suma la búsqueda, siempre ardua, del precedente más próximo en un océano de jurisprudencia que crece sin descanso.
El Derecho contemporáneo enfrenta así una paradoja tan fascinante como inquietante. Nunca antes el jurista tuvo acceso a un universo tan vasto de información normativa y jurisprudencial. Sin embargo, nunca había sido tan difícil administrarla sin extraviarse en su propio laberinto. La promesa del precedente judicial, que debía garantizar previsibilidad y coherencia, corre el riesgo de desvanecerse en la abundancia caótica de su propio éxito.
En este escenario de Big Data legal —donde conviven cientos de miles de fallos, normas, doctrinas y opiniones consultivas— la inteligencia artificial deja de ser un lujo tecnológico o una especulación futurista. Se convierte, más bien, en una herramienta de necesidad operativa. No para sustituir la razón judicial, sino para liberarla de la carga mecánica y devolverle su propósito esencial: discernir, con tiempo y claridad, lo que verdaderamente importa en la búsqueda de justicia.
Se impone, en consecuencia, maximizar los esfuerzos en aquello que es insustituible, la consideración prudencial de las normas, los argumentos y los hechos.
Por ello, a diferencia de los hitos tecnológicos del pasado, la irrupción de la inteligencia artificial no inaugura una mera herramienta de apoyo, sino una auténtica alianza cognitiva. En ese sentido, si se la comprende en sus reales posibilidades, limitaciones y riesgos, la IA puede convertirse en un socio del jurista contemporáneo, ampliando su capacidad de análisis sin desnaturalizar su función esencial. Va de suyo que esta transformación redefine la labor jurídica desde su núcleo, habidas cuentas de que exige integrar al razonamiento legal una potencia de cálculo que permita procesar, comparar y sintetizar volúmenes de datos imposibles de abarcar por la sola capacidad humana. Sin embargo, esa integración debe regirse por una premisa que no admite negociación: el control, la revisión y la validación final pertenecen siempre al profesional. La prudencia —virtud cardinal del juez y del abogado— no puede delegarse a un algoritmo.
En ese sentido, cabe hacer notar que la inteligencia artificial no reemplaza el juicio humano, sino que permite liberar al operador jurídico de la tarea mecánica y reiterativa para concentrar su tiempo en aquello que no puede ser delegado.
Un compromiso sostenido con la innovación en la gestión pública
El Tribunal Fiscal de la Nación (TFN), ese órgano muchas veces ignorado por el gran público pero esencial para la institucionalidad tributaria argentina, se ha convertido silenciosamente en un laboratorio de modernización judicial. Con recursos limitados pero con una clara vocación de excelencia, el TFN ha hecho de la innovación tecnológica un instrumento para democratizar el acceso a la justicia fiscal y aduanera. Su trayectoria reciente exhibe un compromiso sostenido con la transparencia, la eficiencia y la calidad de las decisiones, transformando no solo la manera de litigar, sino también la de juzgar.
El punto de inflexión llegó en 2019 con la implementación del expediente electrónico, una reforma que digitalizó por completo el proceso administrativo y jurisdiccional. A partir de entonces, los litigantes pueden acceder al expediente durante las veinticuatro horas del día mediante la Plataforma de Trámite a Distancia (TAD), preservando la confidencialidad y el secreto fiscal bajo el sistema de Gestión Documental Electrónica (GDE). Las notificaciones electrónicas consolidaron este cambio, clausurando definitivamente la era del papel y abriendo paso a un ecosistema judicial íntegramente digital.
Sin embargo, concluida la digitalización, emergió un desafío mayor: cómo gestionar el inmenso caudal de información generado por miles de causas. La respuesta no tardó en llegar. En 2024, el TFN presentó su buscador de jurisprudencia asistido por inteligencia artificial, el primero de su tipo en el país. Basado en técnicas de Procesamiento del Lenguaje Natural (PLN), el sistema permite interpretar la intención y el contexto de una consulta, facilitando que los usuarios formulen preguntas en lenguaje corriente y obtengan fallos pertinentes sin depender de tecnicismos o palabras clave exactas. El resultado es un acceso sin precedentes a más de 19.000 sentencias dictadas desde 2020, que amplía el universo de los precedentes disponibles y promueve una justicia más abierta y accesible.
Pero la innovación no se detuvo allí. Sobre la base de esa experiencia, el siguiente paso consistió en incorporar la generación automática de resúmenes de fallos en lenguaje claro, una herramienta destinada a sintetizar decisiones extensas y complejas en textos comprensibles y operativos. Este avance no solo optimiza el tiempo de trabajo de los profesionales, sino que promueve una nueva cultura de comunicación judicial. El derecho, tantas veces acusado de opacidad, encuentra así en la inteligencia artificial un aliado inesperado para hablar con mayor claridad al ciudadano.
Del expediente electrónico a la redacción de sentencias con la asistencia de la IA
Siguiendo esta misma línea de innovación, el TFN se ha propuesto un nuevo objetivo: el desarrollo de un Asistente IA propio. La meta es aplicar estas tecnologías de manera segura y efectiva a las tareas preparatorias dentro del proceso decisional, permitiendo optimizar labores de resumen y redacción para que los equipos humanos puedan dedicar más tiempo al análisis de fondo y al criterio jurisdiccional.
Mediante el desarrollo del primer Asistente IA del TFN, se busca asistir directamente a los Vocales y sus equipos en la redacción de proyectos de sentencia. El proyecto, liderado por David Mielnik, destacado referente de IA aplicada al Derecho en nuestro país, se enfoca en una tarea precisa y acotada: la generación de los párrafos introductorios de las resoluciones, es decir, donde se relatan los hechos y se exponen los argumentos de las partes (actora y fisco).
Para lograrlo, el asistente se alimenta de manuales de estilo generados a partir del procesamiento de fallos publicados, que también son utilizados como modelo de estilo, lo que le permite adaptarse a los giros específicos de cada Vocalía que decide participar del programa —de carácter, obviamente, totalmente voluntario—.

El Asistente IA del TFN trabaja con actos administrativos, recurso de apelación y contestación de agravios, y se adapta al estilo de cada Vocalía.
Una implementación de esta naturaleza requiere, por supuesto, una consideración reflexiva sobre sus implicancias y el diseño de salvaguardas adecuadas, que repasamos aquí brevemente.
En primer lugar, el Asistente evita funcionar como una herramienta que propicie una indebida delegación jurisdiccional. El principio fundamental es el de la primacía del control humano. O mejor dicho: del control profesional. Y es que el Asistente no se involucra en ningún aspecto decisional; su función se restringe a resumir los hechos que surgen del acto administrativo impugnado, y de los argumentos expuestos por las partes en el recurso de apelación y su correspondiente contestación de agravios. Esta asistencia, por cierto, es análoga a la labor preparatoria que realizan desde hace décadas los equipos de relatores y letrados en la mayoría de los tribunales. El Vocal, como el Juez, siempre es el último responsable de revisar y validar el contenido, que hace propio con su firma. Para garantizar el cumplimiento de este principio, el TFN ha implementado salvaguardas técnicas, como la presentación de los anteproyectos en modo “control de cambios” y una marca de agua visible (“ELABORADO CON IA – REQUIERE REVISIÓN”), que obliga a una validación consciente por parte del usuario.

Pre-borrador generado por el Asistente IA del TFN. Con marca de agua y en modo “control de cambios” para forzar la revisión humana.
En cuanto a la gestión de los sesgos, se parte del reconocimiento de que toda tecnología de IA, al ser entrenada sobre datos existentes, puede reflejar predisposiciones. Por ello, la gestión adecuada de este factor es un pilar del diseño. El Asistente minimiza su impacto al enfocar la IA en una de sus capacidades más robustas (la síntesis de textos) y prescindir de tareas de razonamiento complejo o valoración, donde podría ser menos efectiva o generar “alucinaciones”. Y que es, precisamente, el espacio por antonomasia en el que se desenvuelve la función jurisdiccional, que no debe ser invadida. De esta forma, el riesgo se acota. Es clave notar que la supervisión humana requerida es, en esencia, la misma que se aplica a los borradores preparados por relatores humanos, quienes inherentemente también aportan sus propias perspectivas —no exentas de sus propios sesgos—, sujetas al mismo control final del titular.

Memo de un caso generado por el Asistente IA del TFN: con el resumen de los hechos, los argumentos de las partes, la jurisprudencia y normativa citada, etc.
Finalmente, cabe destacar que la confidencialidad fue una consideración central en la arquitectura del sistema. Es natural que la idea de una IA que “lee” y “escribe” textos genere cierta aprehensión, dado que simula un acto de comprensión humana. Sin embargo, es crucial entender que los algoritmos de IA no “comprenden” el contenido, sino que trabajan sencillamente como procesadores de patrones lingüísticos. Muy efectivos, por cierto, pero de ninguna manera “conscientes” de la información que procesan. En este sentido, el Asistente opera en un entorno cerrado y controlado, bajo protocolos de seguridad donde el riesgo no es cualitativamente distinto al de almacenar esos mismos documentos en los servicios en la nube (como Google Drive o Microsoft SharePoint) que ya son de uso habitual en el ámbito judicial. De este modo, no se añaden riesgos significativos a los ya gestionados por el sistema.
Asistentes de IA centralizados: transparencia frente a la “IA en las sombras”
Quizás paradójicamente, la adopción de la IA de forma centralizada e institucional representa un paso valioso para transparentar el uso de la tecnología en los tribunales. En efecto, esta decisión contribuye a combatir el fenómeno de la “Shadow AI” (IA en las sombras): el uso inorgánico, indocumentado, o incluso escondido por parte de los integrantes de una organización, que impide completamente su supervisión o contralor. Según un estudio reciente del MIT, la IA se utiliza “en las sombras” hasta en un 95% de las organizaciones.
El Asistente IA del TFN ofrece, en contraposición, un entorno de mayor control que las herramientas generativas de uso masivo, cuyo empleo, por cierto, ha sido alentado incluso desde las áreas centrales de la administración pública mediante cursos y capacitaciones masivas del personal de los distintos poderes judiciales. Al proveer de un entorno cerrado y preconfigurado para una tarea específica, el Asistente IA del TFN no depende de los prompts o decisiones individuales de cada usuario, permitiendo una mayor consistencia y seguridad.
Con estos nuevos pasos, el Tribunal Fiscal de la Nación consolidará un proceso de modernización institucional que ya no es una promesa, sino una política sostenida. La transición del expediente en papel a la redacción asistida por inteligencia artificial marcará una concepción renovada de la justicia administrativa, consciente de que la eficiencia y la transparencia también son valores republicanos.
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