–Tantos años trabajando en esto, ¿es este el momento más crítico que vivimos en materia de adicciones?
–Podríamos decir que sí. Hay muchas más personas que están expuestas a tener estos problemas, con complejidades en la manera en que los podemos abordar. Muchos vericuetos que tienen las nuevas configuraciones sociales que nos tocan hoy. Estamos expuestos al gravísimo problema del juego online y de las apuestas virtuales. No sucedió nunca antes que un chico se pueda rifar en un casino su casa. No se podía, el jugador era una persona adulta e independiente.
–Tenía que ir a un lugar para eso. Legal o ilegal, pero tenía que ir.
-Sí, tenía que ir, conocer ese lugar y tenía que pasar varias barreras. Esas barreras ya no están. Eso le ha aportado una complejidad mayor a la problemática. También es cierto que hay más especialistas, hay menos estigma. Quizás esta desafortunada expansión del problema hace que todos tengamos algún ser querido, algún conocido, amigo… eso le pone una cara humana al problema que antes estaba debajo de la alfombra. Esos chicos, esas chicas que están en las esquinas que vemos todos los días en nuestras vidas, están ahí, el problema lo tenés en la cara. Eso no era tan común. Y eso ha generado de alguna manera que no sea el cuco que era antes. También tenemos el otro gran fenómeno que son los cambios en el estatus legal de la marihuana, que ha hecho que muchas más personas consuman. Sabemos que no todos los que consumen van a tener problemas de dependencia, pero si son muchos los que consumen, el porcentaje será el mismo y serán muchos los que tendrán problemas. De 10 personas sabemos que una va a tener criterios de dependencia. Si las personas que empiezan a consumir son 10 mil, 20 mil, 100 mil… el 10% son muchas personas.
–¿Esa es la estadística: 10%?
–De cada 10 personas que consumen marihuana, una va a tener un patrón de dependencia.
–¿Dependencia siempre de la marihuana o escalan a otras cosas más?
–La regla hoy es el policonsumo en las consultas, lo vemos en el sector público y en las instituciones privadas. En general, al haber tanta disponibilidad, el que toma alcohol (para aliviar su síndrome de dependencia o los efectos secundarios que da el consumo crónico de alcohol) la regla es que consuma algún tranquilizante. Y genera una doble dependencia, como el consumo de un estimulante: la cocaína, el crack o el paco. Las personas van a tener ansiedad e inquietud como efecto adverso, que obviamente no es el deseado. Van a tener el deseado y el adverso. Ese efecto adverso puede mitigarse o aliviarse con otra droga; por ejemplo el alcohol, que es un sedante. Entonces las personas pueden fumar marihuana para bajarse, o consumir alcohol o tranquilizantes o psicofármacos para lograr ese efecto.
–Hay mayor disponibilidad, está todo casi todo al alcance de la mano. ¿Por qué?
–Ha cambiado la sociedad. Hay un rumbo consumista en nuestra sociedad y una promoción diría demasiado imparable a través de estas formas no convencionales de publicidad y de modelado. El modelado es lo que hace que nosotros hagamos lo que hacen los otros. Nos modelan, nos influyen. Empiezo por la droga número uno que es el alcohol. En Nueva Córdoba hay locales de venta de bebidas alcohólicas superatractivos, superglamorosos, con mucho poder de atracción. Lo que quieras lograr lo puedes lograr dentro de esos lugares: sofisticación, diversión, hasta amistad, todo está ahí adentro. Hay una investigación del laboratorio de psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, el doctor Pautasi y la doctora Pilates vienen investigando hace mucho tiempo qué pasa en los lugares donde hay más densidad de puntos de venta de alcohol. Estoy empezando por el alcohol y la disponibilidad y la relación con la probabilidad de que una persona que vive en ese lugar consuma más alcohol es directa.
–Nueva Córdoba es “el” lugar por excelencia, pero en cualquier barrio, tres de la mañana hay tres kioscos por cuadra vendiendo alcohol, gente en la vereda tomando… No pasa nada: se naturalizó, se dejó hacer.
–Sí, hay un poco de los dos lados, ¿no? Es como que los controles de la propia sociedad, nuestras normas sociales que nos protegen frente a estos problemas se desdibujaron o se han convertido en normas sociales nocivas, perjudiciales, ¿no? Todo el mundo adulto tiene una relación directa entre el alcohol y la diversión y pasarla bien y relajarse. Hay también fenómenos emergentes que están poniendo en duda eso como norma social, grupos que hacen gimnasia y que están más conscientes de la importancia de la relación cara a cara y directa, también está asociado a cuidarse, cuidar su cuerpo y también cuidarse de la intoxicación digital, ¿no? Y tanto el alcohol como estar pegados al teléfono celular como manera de vincularse alienan a las personas. Si la pasás bien porque estás con alcohol, no es consciente.
–O a veces la pasas bien solamente si hay alcohol.
–Ahí podríamos tener el caso de una persona que tiene criterios que pueden ser de un trastorno por consumo de alcohol ser leve, moderado o severo, ¿no? Un criterio de un trastorno leve puede que esa persona necesita el alcohol como lubricante social exclusivo, si no, no puede vincularse con los demás, como que restringe las gratificaciones naturales de esa persona. Por lo tanto, esto empieza a tener una preeminencia, una prioridad en su vida y eso es un criterio para para una dependencia. Pero hay personas que pueden no tener esa forma, ni siquiera la forma leve, pero sin embargo fortalecen esa norma social en el sentido de que la alimentamos. Capaz que no nos hace tanto daño a nosotros. Por ahí alguien que no tiene este problema y puede pasarla bien, pero contribuye a esa norma. Y esa norma afecta a los más vulnerables, que son los jóvenes y las personas con problemas de salud mental, porque son personas que tienen este un riesgo mucho más grande de engancharse problemáticamente, como a las personas de bajos recursos.
–Pero da la sensación de que no está tan condenado. Sobre el cigarrillo se trabajó mucho sobre el daño que ocasiona y cómo perjudica al entorno, campañas, prohibición de fumar y demás. Pero con el alcohol está esa una tolerancia generalizada. ¿Qué lees ahí?
–La lectura es que la promoción es perfecta. La estrategia de marketing de las empresas de alcohol, sobre todo de las cerveceras, ha sido monumental para generar eso que decís. No nos damos cuenta, así como en su momento la publicidad del cigarrillo tuvo una influencia importantísima en que muchas mujeres se podían sentir lindas. Mirá qué locura, ¡eso es una genialidad del marketing!
–Eso se derrumbó, pero el alcohol sigue, es como que nadie se le anima.
–Nadie y es un fenómeno mundial. Tengo dos cosas que a mí me llamaron muchísimo la atención respecto al tema alcohol y por qué hay un acuerdo casi mundial de que esto siga. Primero, que la ley seca en los años ’30 fue muy cuestionada, ¿no? Es como que no hay tantas herramientas, porque la prohibición fue muy discutida y sus resultados tampoco valieron la pena frente a los perjuicios que trajo. Eso de alguna manera dejó un sesgo de que ahí no nos tenemos que meter. Y segundo, te voy a dar dos hitos de la historia reciente. El Mundial de Qatar. Qatar es un país árabe, muy ortodoxo donde está prohibido beber alcohol por razones religiosas. Y fue la marca de cerveza americana más conocida el sponsor oficial y se vendía cerveza dentro de los estadios, en un país donde está prohibido. ¡El poder que tienen! Yo pensaba que no iba a pasar, que iban a poner publicidad de otra cosa. Y no. Eso me llamó la atención. Y otra cosa a nivel local: tiempo de pandemia y época de precios cuidados. Son dos cosas que a mí me llamaron la atención de la política de regulaciones local. En la pandemia, al principio, uno podía acceder a alimentos básicos. Ni a una ferretería se podía ir, pero podías ir a buscar alcohol. El alcohol estaba incluido entre las cosas básicas. Cosa que fue bastante nocivo, hubo un incremento del consumo de alcohol en las personas, hubo una investigación que demostró que la gente había cambiado los hábitos y las personas ya no le tenían tanto miedo a tomar un lunes. O un martes, porque en la época de la pandemia nos olvidamos de qué día era lunes, martes o domingo. Y no estaba restringido a esos momentos en los que se tomaba, sino que se tomaba en cualquier momento. Se tendría que haber dicho no, a la distribución de alcohol vamos a dejarla de lado. Y los precios cuidados. Llegó un momento en que era más barato un litro de cerveza que un litro de leche, agua mineral o cualquier otra bebida más saludable. El precio bajo es una estrategia muy fuerte de lobby para aumentar el consumo de la población.

–Capaz que no esté tan visualizado el efecto. Con el cigarrillo está claro, tenés estadísticas de la población que se muere por tal cosa. En el alcohol es como que está más difuso el efecto en la salud, o al menos eso nos han hecho creer.
–No es nada difuso. La Organización Mundial de la Salud viene advirtiendo desde hace poquito que el alcohol pareciera ser la causa principal de una lista de tipos de cáncer en los que antes no se no se sabía y ahora hay prueba concreta de varios estudios que mostraron el impacto en el aumento potencial de sufrir un cáncer digestivo, por ejemplo. Es increíble la cantidad de problemas de salud que trae el consumo excesivo y abusivo de alcohol. Eso lo saben todos los médicos, pero es algo tan naturalizado que también de alguna manera lo que te mata lento también es más difícil de que te preocupe. En el caso del cigarrillo igual. Lo que pasa con el tabaco es que sí fue mucho más rápida la devastación. De las personas que fuman, una de cada dos se va a morir por el tabaquismo, sí o sí. No sé si habrá enfermedad tan mortal como esa. Creo que eso influyó mucho. En cambio el alcohol es mucho más lento, más sutil, como que vos no sabes quién es tu enemigo, porque te produce un efecto de desinhibición, y te gusta, y te da tanta alegría, y te genera tantas cosas en un marco social… Bueno, de algo hay que morirse. También lo decían en la época del tabaquismo, pero bueno, hubo un compromiso de los gobiernos y se terminó el asunto, y empezaron a enfrentar los lobbies, a hacer campañas, los espacios libres de humo. En lo que sí podemos decir algo positivo es la nunca querida Policía Caminera. Ha hecho que las personas beban menos y no manejen después de haber bebido, fue una fuente disuasoria importante.
–¿Qué alertas tener en cuenta para advertir que el consumo de alcohol se ha vuelto problemático?
–Es engañoso, es sutil. Ha cambiado la clasificación de estos trastornos. Antes se hablaba de uso, abuso y dependencia. Ahora hablan del trastorno por consumo de alcohol o de otras sustancias, donde hay una dimensión diferente. Hay 11 criterios, un diagnóstico de identificarlos y hay una fase que es leve porque tiene pocos criterios, otro que es moderado y otro que es severo, porque tiene más criterios. Uno de los criterios que tiene es la tolerancia, que significa una persona tiene que tomar cada vez más alcohol para obtener el mismo efecto y el síndrome de abstinencia que te sentís mal por no tomarlo. Pero para decirle a un padre, una madre o una persona común hay dos grupos. Un adolescente es muy difícil que desarrolle típico alcoholismo, lleva años manifestar el típico alcoholismo que mencioné recién. Mínimo 20 en el hombre. En la mujer se reduce a la mitad. Los chicos no van a tener eso típico, por eso nunca es bueno ir a dar alguna charla a la escuela diciéndoles: “Mira cómo te va a dejar el hígado”. No está en sus cabales pensar en eso. Sí podemos ver es deterioro en la escuela, en su rendimiento escolar, problemas de conducta, cambios con quién se junta y abandono de factores de protección, como el deporte. Mientras más cosas hace, menos riesgo tiene. Un chico que tiene un campeonato el domingo por el que luchó durante todo un tiempo y se entrenó todos los días y está con un grupo y un entrenador le dice “tenemos que ganar, somos un equipo y estamos juntos en esta”, no va a tomar el sábado. Te aparecen factores de riesgo que vos no sabías, que empezás a verlos y otros factores de protección empiezan a desaparecer. Hay que conocerlos, hay que conocer mucho, tenés que estar en contacto mucho con tus hijos, tenés que tener buena comunicación, tenés que adelantarte a estos temas. Los grupos de padres que hablan de tantas cosas a mi gusto triviales, superficiales e irrelevantes, tendrían que tomar la delantera en esto.
-Hay que estar.
-Mientras más sea tu reacción como padre, madre o adulto de crianza frente a ese tipo de eventos, menos probabilidad tiene ese chico o esa chica de desarrollar el problema en el futuro. Hay una investigación que a mí me resultó muy reveladora tiene que ver con las normas prescriptivas, es decir, un padre, una madre o alguien importante en tu vida a quien sí le importa que vos tomes. Se han hecho estudios donde juntan un grupo de chicos de 13 años de padres permisivos y otro grupo de padres que se oponen abiertamente, ponen barreras y verbalizan su desacuerdo con el consumo de alcohol. Los entrevistaban luego a los chicos de padres permisivos y decían que sus padres no los querían. La permisividad es como que está bueno por un lado, pero es percibida por ese chico, esa chica como un desamor. Y los chicos y chicas que tenían un padre pesado, insistente, no estoy hablando de un padre autoritario violento, ningún modelo abusivo, sino “pesado”, que verbaliza que está en desacuerdo. Esos chicos decían “mi papá es un pesado, pero me quiere”. No tenían ninguna duda de que los querían. Entonces, a ese mito de los padres que dicen “no me va a querer” hay que trabajarlo con este tipo de resultados.
-¿Qué vuelta le ves a esta enorme dependencia de las redes sociales? Hay países que han explorado limitar la edad, tal edad no. ¿Hay algo que se pueda hacer?
-Yo lo veo difícil, pero no es una tarea este que ya está predeterminada. Puede haber un cambio positivo. Australia ha prohibido las redes sociales e invierte la responsabilidad: la red social tiene que asegurarse de quién es mayor de 18 años para tener una cuenta de Instagram, porque si no pueden demostrar que se aseguraron mayoría de edad, les toca una multa tremenda y eso está pasando hoy. Hay colegios que son libres de celulares.
-¿Lo aconsejarías?
–Definitivamente, definitivamente. No se lo aconsejaría una prohibición absoluta. Salvo que sean todo con todos. Por ahí escucho que un padre le quita el celular a un chico y lo deja fuera de todo, desafortunadamente es parte de la vida cotidiana del chico.
–Pero en la escuela.
–No tiene ningún sentido que los chicos tengan celular en la escuela, pero hay que ponerse de acuerdo todos. Todos los padres, las madres, los docentes, legisladores, periodistas, terapeutas, pediatras tendrían que todos ponerse de acuerdo, ¿no? Hay generaciones que ya lo tienen naturalizado y sacárselos podría ser traumático, pero podríamos decir “tomemos la generación que está entrando ahora en primer grado, que se debería haber sostenido que no tengan un teléfono inteligente antes de los 7 años”. Yo empezaría a hacer eso. Es muy difícil porque los chicos tampoco están aprendiendo. También tienen hambre. Tienen problemas de modelos éticos, de falta de valores, falta de futuro. Entonces, bueno, esto no luciría como un problema prioritario en muchas escuelas. Pero en otras sí, yo creo que las escuelas que puedan hacerlo porque tienen chicos y chicas con otros factores de protección deberían hacerlo y ya.
-¿Cómo llegaste acá? ¿Por qué medicina, por qué psiquiatría?
–Medicina no sé si tenía tanta vocación, pero mi padre era médico. Y viví esas guardias de él, muchas anécdotas. No me interesaba otra cosa, sí me interesaba la música, pero no me veía con luces, no tenía el ángel. Sigo disfrutando de la música y me gusta cantar y tocar la guitarra, pero no a ese nivel. En un momento me encuentro con la crisis en cuarto año en las materias más clínicas y digo: “Esto no quiero”. Y me anoté en esa época gloriosa de los talleres del Neuropsiquiátrico, que eran talleres abiertos a la comunidad, y me anoté en el taller de música porque era un taller creativo, y en ese mismo tiempo empecé a cursar psiquiatría.

-¿Y cómo entrás en el tema adicciones?
-Como todo cordobés, tenemos casa en el campo, al principio alquilaba y después mi papá la compró en las sierras chicas. En los ’80, al que le gustaba la música, en Sierras Chicas se encontraba con una colisión de planetas: toda la gente del conurbano bonaerense y de Rosario se venía, ya tenían problemas de drogas graves y en esa época había una endemia en Buenos Aires que no había en ningún lado de América, que era la cocaína inyectable. Yo venía de un barrio, casi no sabía nada de nada, vivía en una inocencia de pueblo como era Córdoba en el ’80 y me encontré a un chico que se inyectaba cocaína. Esa locura podría haber sido una catástrofe, porque me podría haber pasado a mí en ese momento de mucha inmadurez. Pero yo tenía factor de protección y ni fumaba, pero aprendí a no tenerle miedo a eso. Vi lo peor. Después eso desapareció y también desaparecí de ahí porque me puse a estudiar Medicina y cuando empecé en las guardias, psiquiatra jovencito recién recibido, me mandaban a mí los adictos porque yo no los odiaba. Yo hablaba con ellos, me gustaban las mismas cosas. No tenía ese prejuicio. Pero no sabía qué iba a hacer eso, porque no existía en Córdoba ni en Argentina, era muy poco lo que había ese tema. Estaba el doctor Calina, gran maestro, pero no había eso como especialidad. Pero una doctora, cuya hija es una gran psiquiatra, la doctora Carolina Bergolio, nos convoca a hacer una pasantía en Estados Unidos para aprender modelos de allá. Tenía 25 años. Después se montó un centro aquí. Y ahí empezó mi carrera.
-¿Un sueño?
–Hay muchos sueños que he cumplido, no he sido muy exigente en ese sentido. En lo inmediato, que se continúe la tarea que hicimos en la Secretaría, un sueño que me parecía que no iba a pasar y pasó: en el San Roque Viejo se atienden 8.000 personas. Falta un montón, pero antes no se atendía a esas personas y hay tres comunidades terapéuticas públicas. Y desde lo personal, yo quiero seguir con mis amigos, con la música y el arte como enriquecimiento, con mis hijas. Estoy muy contento con este trabajo como consultor, esto me lleva a viajar y conocer muchas culturas y ayudar en muchos lugares.

Ficha picante
Darío Gigena Parker (58) es médico psiquiatra, magister en adicciones. Toca la guitarra y canta desde joven, pero confiesa que enseguida se dio cuenta de que no era por ahí. Es hijo de médicos, el más grande de cuatro hermanos.