Cuando Juana Azurduy y Manuel Arias se enfrentaron al ejército español en Jujuy

El año 1816, recordado oficialmente como el de la declaración de la Independencia, fue paradójicamente uno de los más desoladores para las Provincias Unidas del Río de la Plata. A la sombra del júbilo político se extendía un panorama militar devastador: cayeron ese año numerosos jefes patriotas -entre ellos Vicente Camargo, Manuel Asencio Padilla e Ignacio Warnes-, figuras claves que habían logrado contener el avance realista sobre el Alto Perú.

Hacia fines de ese mismo año comenzó el éxodo y la dispersión de las tropas que defendían las provincias “arribeñas”, dejando a la región expuesta a la ofensiva realista.

En ese contexto, Juana Azurduy, conocida como la “amazona de la Independencia”, se vio obligada a emigrar hacia “las tierras bajas” acompañada por su única hija y por las tropas que continuaban fieles a su mando. Bajaba con un título reciente, otorgado por el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón y comunicado por Manuel Belgrano: el de “Teniente Coronel de las Milicias Partidarias de los Decididos del Perú”.

En San Salvador de Jujuy existe una estatua de la teniente coronel Juana Azurduy.
En San Salvador de Jujuy existe una estatua de la teniente coronel Juana Azurduy.

Aunque honorífico, aquel reconocimiento no era meramente nominal: condensaba cinco años de campañas, como ella misma declararía en una carta escrita en 1825, donde afirmó haber participado “hasta el año 1817” y haber vivido “connaturalizándome en una campaña de cinco años”.

El 19 de noviembre, Azurduy llegó a Potosí. Ahí fue recibida por el comandante Francisco de Uriondo, quien informó a Martín Miguel de Güemes que había arribado “la mujer del coronel Padilla, quien fue muerto en la acción que tuvo con las tropas del rey en El Villar”. Uriondo dispuso que fuera trasladada inmediatamente para ser recibida con los honores que merecía.

A mediados de diciembre, sin embargo, Juana debió continuar su marcha hacia las “tierras abajeñas”, ya que su cabeza seguía siendo uno de los trofeos más codiciados por el ejército español.

AZURDUY Y ARIAS COMBATEN A LOS ESPAÑOLES

Al llegar a Orán, Azurduy se reunió con el comandante Manuel Eduardo Arias y puso a su disposición las fuerzas que aún conservaba. El historiador Gustavo Álvarez, uno de los principales biógrafos del patriota jujeño, halló en sus investigaciones una carta de enorme relevancia para la historia regional: un documento que acredita la participación de la heroína altoperuana en territorio jujeño. La carta fue publicada en “Documentos para la historia de la guerra separatista del Perú”, obra del Conde de Torata (Mariscal de Campo Jerónimo Valdéz).

Busto del patriota jujeño Manuel Eduardo Arias, declarado post mortem general de la Nación.
Busto del patriota jujeño Manuel Eduardo Arias, declarado post mortem general de la Nación.

La existencia de este documento corrige una afirmación del historiador Pancho O’Donnell, que en su obra “Juana Azurduy” asegura que no existen registros de la intervención de la teniente coronel en las luchas intestinas argentinas.

O’Donnell señala “no hay registros de la intervención (…) es posible que ella haya querido evitarlo y que Martín Güemes le haya ahorrado el calvario”; el documento presentado por Valdéz demuestra lo contrario.

Mientras tanto, desde los últimos días de 1816, el virrey De La Serna había puesto en marcha una nueva invasión a la Intendencia de Salta del Tucumán. La expedición, integrada por cerca de 4.000 soldados de infantería y 700 de caballería, estaba al mando de los experimentados generales José de Canterac y Pedro Antonio Olañeta, y de los coroneles Vigil, José María Valdez, Agustín Gamarra -quien contrajo matrimonio con la jujeña Juana María Alvarado en los primeros meses de 1817- y el jujeño Guillermo Marquiegui.

A comienzos de enero, el ejército realista decidió ocupar Orán, donde se encontraba Arias. La ciudad era clave: permitía controlar el valle del Zenta y el camino hacia Jujuy y Salta.

La expedición partió el 4 de enero desde la Posta de Hornillos, en la Quebrada de Humahuaca, y comenzó un trayecto de cuarenta leguas hacia Orán. Durante ocho días avanzaron bajo un asedio constante de guerrilleros patriotas. El informe de Valdéz describe que “los enemigos escaramucearon por dos horas, pero al fin se replegaron, apareciendo al día siguiente”.

El acecho continuó hasta llegar a las inmediaciones de Orán. El 12 de enero, las tropas realistas, con más de mil hombres comandados por el mayor Bernardo de la Torre, tomaron el valle de San Andrés (entonces perteneciente a la provincia de Jujuy) y ocuparon la Misión de Nuestra Señora de las Angustias del Zenta, apenas a cinco kilómetros de Orán, que cayó rápidamente.

En su relato, Valdéz afirma que “persiguieron los restos de Arias, de la viuda de Padilla y de otros caudillos, batidos anteriormente en las provincias del interior hasta el Río Grande”. Este testimonio confirma la participación activa de Juana Azurduy (la “viuda de Padilla”) en la resistencia del norte argentino.

Gustavo Álvarez destaca que las milicias gauchas de Arias, reforzadas por los guerrilleros altoperuanos de Azurduy, ofrecieron una digna resistencia frente a una fuerza realista muy superior en número.

El propio Güemes informó a Manuel Belgrano, el 16 de enero, que el enemigo había tomado la plaza de Orán “después de una vigorosa resistencia por seis días consecutivos”, señalando que, para avanzar tan solo diez leguas, el ejército realista “gastó el tiempo en que de otro modo pudo haber avanzado hasta cientos”.

Tras la caída de Orán, Juana Azurduy, junto a su hija, emprendió camino hacia Salta, donde fue recibida por Güemes.

Belgrano menciona en una comunicación que “un sargento mayor Bedoya” había intentado disuadirla de bajar, advirtiéndole que los “arribeños” solían ser maltratados. Juana, obligada a proteger a la única sobreviviente de su familia, se retiró de la lucha armada y buscó la protección de Güemes en la ciudad de Salta, donde fue bien recibida. Azurduy había perdido todo su capital monetario; sus fincas y las de su esposo habían sido confiscadas por los españoles.

ENTRE SALTA, TUCUMÁN Y BUENOS AIRES: LOS AÑOS DE DESPOJO

Azurduy vivió un tiempo en Salta y luego partió a Tucumán, invitada por el gobernador Bernabé Aráoz. Desde esa ciudad emprendió un viaje hacia Buenos Aires para reclamar los sueldos adeudados de su esposo fallecido. Se presentó como “la americana Teniente Coronel Doña Juana Asurdui, viuda del coronel Don Manuel Asencio Padilla, residente en Tucumán”.

Después de meses de gestiones, su hermano y apoderado, Gregorio Asurdui, recibió el pago: 967 pesos y cinco cuartillos reales. El trámite concluyó el 10 de abril de 1820, según refiere el historiador boliviano Norberto Benjamín Torres.

Ya de regreso en Tucumán, Juana enfermó y volvió a requerir la ayuda de Aráoz, quien le otorgó doce pesos para su tratamiento, tal como consta en el Archivo Histórico de Tucumán.

Un documento que permite comprobar que la “amazona de la Independencia” escribía su apellido con
Un documento que permite comprobar que la “amazona de la Independencia” escribía su apellido con “s” y con “i” final.

En 1821, año del asesinato de Martín Miguel de Güemes, regresó a Salta, donde fue amparada por el gobernador, el jujeño José Ignacio Gorriti. Años más tarde Juana Manuela Gorriti destacó que su padre la recibió “con los honores que se tributan a los héroes”.

Asimismo, recordó “siendo muy niña tuve el honor de conocerla. El loor a sus hazañas flotaba ante mis ojos como un incienso en torno a aquella mujer extraordinaria y formábala una aureola”.

Azurduy permaneció en Salta hasta 1825. Ese año solicitó apoyo económico para retornar a su ciudad natal. La Junta Provincial de Salta le entregó cuatro mulas y cincuenta pesos, por medio del Ministro Principal de Hacienda, para financiar el viaje. Arribó a Chuquisaca en los primeros días de agosto y fue recibida con honores por el gobierno local.

AZURDUY O ASURDUI

El apellido de Juana tiene origen vasco y, por lo tanto, debió escribirse originalmente con s. La propia Azurduy confirma esta grafía: firmó todos sus documentos como Asurdui, con s y con i final.

La deformación del apellido parece derivar de un proceso de castellanización ocurrido a mediados del siglo XIX y del uso frecuente de rúbricas poco legibles, algo habitual en la época. Manuel Padilla, su esposo, menciona siempre el apellido de su mujer bajo esa forma original: Asurdui.

fuente: VIAPAIS

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