
“Mientras creemos estar más cerca, nos alejamos de lo esencial”, la frase aparece en la contratapa del nuevo libro de la psicóloga argentina Valeria Becerra (Editado por Urano) y sintetiza un dilema que atraviesa a millones de familias: ¿Cómo criar a los hijos en un mundo gobernado por pantallas, notificaciones y redes sociales?
Becerra, licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires y especialista en trastornos de ansiedad, lleva más de dos décadas dedicada a la clínica y a la investigación sobre el impacto de la tecnología en la salud mental. En su nuevo libro, Crianza distraída, aborda con una mirada crítica, pero también empática los desafíos de educar a niños y adolescentes en un entorno hiperconectado. En entrevista con Vía País, la autora nos cuenta sobre cómo es criar a un hijo/a en una sociedad hiperconectada, además del rol que tiene la tecnología en nuestras vidas.

“Hace más de diez años empecé a dar charlas en congresos sobre cómo internet y los celulares influían en la ansiedad y la depresión”, recuerda la autora. “Pero en este tiempo las cosas cambiaron a una velocidad que creo que a todos nos sorprende. Y cuando me convertí en mamá, la preocupación se volvió aún más personal”, asegura.
Los riesgos de una infancia digital
El libro funciona como una guía que recorre las diferentes etapas de la vida: desde la primera infancia, marcada por la necesidad de interacción cara a cara, hasta la adolescencia, donde aparecen fenómenos como el sexting, el bullying o la cultura de los videojuegos en línea.
Los peligros no son abstractos: el cyberbullying, el grooming, la adicción a los videojuegos o el consumo sin filtros de redes sociales pueden dejar marcas profundas. “Ya contamos con estudios científicos que nos muestran resultados alarmantes sobre el uso de pantallas en niños y adolescentes”, advierte Becerra.
La psicóloga diferencia entre tipos de pantallas: no es lo mismo un televisor en el living que un celular en la habitación de un niño. “El celular es más complejo porque otorga autonomía y acceso ilimitado. No es igual mirar YouTube en la tele junto a tus padres que hacerlo solo en tu cuarto con una tablet”, señala.
¿A qué edad el primer celular?
Uno de los interrogantes más frecuentes en las consultas parentales es cuándo entregar el primer teléfono celular. La especialista es clara: “Las recomendaciones globales hablan de postergar lo máximo posible. Celulares recién a partir de los 13 o 14 años, y redes sociales después de los 16. Son edades sugeridas por investigaciones que muestran cómo impacta en la salud mental y en el desarrollo cerebral infantil”.

Sin embargo, Becerra reconoce que cada familia debe adaptar estas pautas a su realidad. Lo esencial, insiste, es entender que el celular “no es un juguete, ni una fuente de entretenimiento libre. Los padres deben establecer acuerdos de uso, decidir qué aplicaciones se permiten, poner controles parentales y, sobre todo, acompañar el proceso”.
El espejo de los padres cuando hablamos de crianza
La mirada de la autora no se limita a los chicos: apunta primero a los adultos. “Por eso el libro se llama Crianza distraída”, explica. “Porque si los padres no saben regular su propio consumo digital, es imposible que puedan transmitir hábitos saludables. El ejemplo es la base de cualquier norma”.
En la mesa familiar, en el tiempo libre o incluso en las rutinas cotidianas, los niños observan y replican. “Muchas veces el problema no está en lo que hacen los hijos, sino en cómo los adultos nos vinculamos con la tecnología”, subraya Becerra. Es que no se le puede pedir a un chico que no tenga el teléfono en la mesa si los padres no solo lo llevan encima, sino que responden mensajes y ven redes sociales en esos espacios.
El rol de la escuela y la sociedad actual
Aunque el ámbito familiar es central, la escuela también juega un papel clave. “Los educadores muchas veces tienen más información que los propios padres sobre lo que los chicos consumen en redes. Las denuncias de bullying o acoso suelen empezar en las aulas”, explica.
Para la autora, las instituciones educativas deberían incorporar talleres sobre ciudadanía digital: cómo lidiar con el hate, cómo detectar noticias falsas, cómo manejar la intimidad y el respeto en entornos virtuales. “En otros países ya existen programas que enseñan a los chicos a discernir entre información confiable y fake news. Es fundamental porque hoy la mayoría se informa a través de redes sociales”, asegura.
Señales de alerta
En la adolescencia, las redes pueden moldear la identidad de formas invisibles para los adultos. Mensajes extremistas, discursos de odio, presiones sobre la imagen corporal o ideales de éxito inalcanzables circulan sin filtro en las distintas aplicaciones y redes sociales.
“Hay que estar atentos a señales como el aislamiento, cambios bruscos de actitud, pérdida de intereses o alteraciones en el rendimiento académico”, advierte la psicóloga. “Muchas veces se naturalizan esos comportamientos, pero pueden ser indicios de que algo no anda bien”, explica.
No solo hablamos de Facebook, Instagram o Tiktok, hay cientos de plataformas y entornos digitales en Internet. Desde foros hasta los mismos videojuegos, donde son mundos abiertos y los chicos pueden hablar con personas desconocidas que no necesariamente es otro chico. Recientemente, Roblox ha estado en el centro de varias polémicas, principalmente relacionadas con la seguridad y la protección de sus usuarios más jóvenes.

Sin embargo, lejos de caer en un discurso alarmista, Becerra busca despertar conciencia y fomentar el diálogo. “Espero que el libro sirva para generar reflexión, pero también intercambio entre padres, educadores y profesionales. Que podamos salir de la queja y empezar a tomar medidas concretas en casa, en la escuela y en la sociedad”.
La autora cree que aún estamos a tiempo de cambiar la relación con la tecnología. “No se trata de demonizarla, sino de asumir la responsabilidad de usarla con criterio. La necesidad de conexión humana, de creatividad y de pensamiento propio sigue siendo esencial. Si no lo entendemos, dejaremos que las pantallas críen a nuestros hijos”.
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