
La inseguridad alimentaria en la infancia es una problemática estructural que se agravó en los últimos años en Argentina, afectando ya a más de 4 millones de niños, niñas y adolescentes. Así lo detalla el informe publicado por la Universidad Católica Argentina (UCA), que alerta sobre el aumento sostenido de hogares que no pueden garantizar una alimentación adecuada, aún cuando sus adultos responsables trabajan.
Entre 2010 y 2024, la cantidad de hogares con esta dificultad creció del 32% al 51%, y en el último año el 16,5% de los niños atravesó una situación severa, es decir, con episodios de hambre.
Según el relevamiento, los principales determinantes de esta problemática son la pobreza, el empleo informal y la pertenencia a sectores sociales bajos, en especial en hogares monoparentales con mujeres a cargo y más de cinco integrantes. La situación se agrava en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde la inseguridad alimentaria es mayor que en otras regiones. Además, el estudio advierte que la inserción educativa ya no actúa como un factor protector, y que el fenómeno también se está extendiendo a sectores de clase media baja.

Las transferencias como la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la Tarjeta Alimentar tienen un efecto protector comprobado, aunque insuficiente para cubrir las necesidades básicas de los hogares vulnerables. Tres de cada cuatro chicos con inseguridad alimentaria son hijos de personas que trabajan, pero lo hacen en condiciones precarias y con ingresos muy bajos.
El informe también pone de relieve un círculo difícil de romper: la falta de alimentos adecuados no solo impacta en la salud física de los niños, sino también en su desarrollo cognitivo, emocional y social. La escasez de recursos y la sobrecarga de estrés en los adultos dificultan los procesos de crianza, reducen las posibilidades de juego, alfabetización y estimulación temprana.