
En los últimos años ya empieza a ser moneda corriente ver ciertos registros en el atletismo que causan asombro. Los expertos en ciencias del entrenamiento, deportólogos y preparadores de todo tipo estudian como las nuevas tecnologías –sobre todo en el calzado- influyen en el rendimiento. Y hay explicaciones de todo tipo, inclusive con el mayor rigor científico. Pero lo que viene sucediendo en las últimas semanas con algunos adolescentes/prodigio –con marcas que a las súper figuras les lleva décadas de preparación- recién empezará a estudiarse desde ahora.
La oleada africana en el atletismo hizo que también movieran toda la estantería en las últimas décadas en las pruebas de mediofondo y fondo. Pero, cómo sabemos y cómo sucede en casi todos los deportes (incluidos los Mundiales Juveniles de fútbol), la edad -real- de los chicos africanos siempre queda como incógnita. Hace poco aparecieron velocistas por sitios inesperados, consiguiendo marcas que ni siquiera Usain Bolt alcanzaba a esa edad.
Está el caso del japonés Soratu Shimizu, clase 2009, quien “clavó” los 10 segundos en 100 metros hace pocos días en el Campeonato Intercolegial de su país. Y en Australia, el promocionado Gout Gout –oriundo de Sudán del Sur- a sus 18 años ya corrió los 100 metros en 9s99 con viento a favor y los 200 con 19s84, también ventosos, siendo 10s17 y 20s02 respectivamente sus mejores marcas reglamentarias. En distancias más largas comienza a brillar el nombre de Niels Laros, de Países Bajos, acaparando coronas europeas a sus 19 años.
Pero este fin de semana en ese “templo” del atletismo que es el estadio Hayward Field en Eugene, Oregon, apareció un estadounidense de sólo 16 años llamado Cooper Lutkenhaus con una marca directamente revolucionaria: 1 minuto, 42 segundos y 27 centésimas sobre los 800 metros llanos. Es decir, las dos vueltas a la pista, una de las competencias más duras, pero también más atractivas del programa del atletismo. Lutkenhaus arrasó con el récord del mundo para la categoría Sub 18 -lo tenía un etíope, Mohamed Aman, con 1m43s27 en 2011- y logró el segundo puesto de una apasionante final del Campeonato de Estados Unidos. De este modo se garantizó un sitio en el seleccionado que competirá en el Campeonato Mundial de Tokio, en septiembre, donde se convertirá en el atleta más joven de la historia en representación del equipo más poderoso del evento.
Enseguida se tratará de comprender la verdadera dimensión de su hazaña. Pero todo el ambiente atlético asiste a la aparición de un fenómeno del mediofondo que, en el caso de Estados Unidos, sólo remite a seis décadas atrás cuando surgió su Golden Boy, Jim Ryun, aunque sobre otra distancia, los 1.500 metros y la milla.

Es tanta la dificultad que suponen los 800 metros llanos -carrera destinada a mediofondistas, pero que deben tener una gran velocidad de base- que el récord del mundo apenas se movió en los últimos 45 años.
El británico Sebastian Coe, actual presidente de World Athletics, estableció dicho récord con 1m41s73 en 1981, en Florencia. Recién 16 años más tarde pudo igualarlo Wilson Kipketer, un keniata que corría para Dinamarca, y que luego lo mejoró dos veces (1m41s24 y 1m41s11, ambas en 1997). Y pasarían 15 años hasta que otro keniata, David Rudisha, lo llevara a 1m40s91 en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Desde entonces, ese registro es imbatible.
Recién desde el año pasado apareció una generación que se acerca, liderada por el también keniata Emmanuel Wanyoni, campeón olímpico en París y que ya corrió en 1m41s11. Si tomamos en cuenta los diez hombres más rápidos de todos los tiempos, todavía hay dos que figuran desde hace cuatro décadas (el citado Coe y el brasileño Joaquim Cruz, campeón olímpico en Los Angeles 1985). Solo cinco de ese top ten son de la generación actual.
La final de Estados Unidos del último domingo fue la más grande de la historia, sentenciada sobre la misma línea de la meta por Donovan Brazier en 1m42s16. Otro caso curioso. Brazier fue campeón del mundo en Doha 2019, pero luego las lesiones se ensañaron con su físico, pasó por tres cirugías del tendón de Aquiles y su ciclo parecía concluido. Volvió con su mejor marca.

Cooper Lutkenhaus iba en el sexto puesto hasta la recta opuesta, cuando inició su sorprendente rush que le llevaría hasta la medalla de plata, el récord del mundo para los U18 y la clasificación mundialista. Relegó al tercer puesto al recordman estadounidense Bryce Hoppel, que tiene 1m41s67 desde el año pasado, fue 4° en los Juegos Olímpicos de París 2024 y ahora marcó 1m42s49. Y se quedan fuera del equipo mundialista Josh Joey, campeón mundial de pista cubierta 2025, y el olímpico Brandon Miller. Sus marcas de 1m43s06 y 1m43s14, respectivamente, fueron insuficientes.
“Sabía que podía conseguir mi marca personal, confiaba en bajar de 1m45… Pero lograr esta marca, es una sorpresa”, admitió Lutkenhaus, que estableció el sexto mejor registro de la distancia en el año y el 18° mejor de toda la historia.
Nacido el 19 de diciembre de 2008, el atletismo le viene de familia. Su padre George también corría distancias de mediofondo. Y también Andrew Lutkenhaus, el hermano mayor de Cooper. El menor comenzó a mostrar sus dotes el año pasado, al cumplir su primera temporada en competencias intercolegiales (cursa en Northwest High School, en Fort Worth, Texas). Se le registró un mejor tiempo de 1m47s58 durante esa temporada, mientras que este año continuaba el ascenso: ganó el Campeonato Nacional Intercolegial a fines de junio en 1m45s45.

Ahora causó asombro. Pero, como siempre sucede con los juveniles prodigio, sólo el tiempo dirá cuál será su mejor versión en los compromisos mayores. Lo cierto es que ya se estacionó en un lugar al cual, para casi todos los mediofondistas de primera clase, necesitan una década –o más- de preparación intensiva y fogueo.
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