
Las contraseñas continúan siendo el mecanismo de autenticación predominante para resguardar cuentas digitales, a pesar de la aparición de métodos alternativos. De acuerdo con información reciente, aproximadamente la mitad de las aplicaciones depende exclusivamente de contraseñas, mientras que solo un 12 % de quienes las utilizan mantiene una clave diferente para cada aplicación.
La gestión de credenciales enfrenta el desafío de la multiplicidad de cuentas: la mayoría de las personas administra entre setenta y cien accesos, aunque solo puede recordar entre cinco y siete contraseñas distintas. Esta brecha suele derivar en prácticas de riesgo, como la reutilización de claves o su almacenamiento en aplicaciones poco seguras.
Adam Winston, field CTO de WatchGuard Technologies, advierte que la seguridad de una contraseña reside en su longitud más que en su complejidad aparente. “No hace falta ser un experto en matemáticas para darse cuenta de que el factor más importante en la solidez de una contraseña no es lo complicada que parezca, sino su longitud”, señala Winston. Incluso una clave compuesta por la misma letra repetida cuarenta veces podría resultar resistente a intentos de descifrado.
La unicidad y la gestión centralizada de contraseñas, a través de gestores especializados que faciliten la rotación y alerten sobre posibles filtraciones, son elementos clave para mitigar riesgos. La eliminación de cuentas en desuso y el monitoreo permanente de accesos y modificaciones completan las recomendaciones para fortalecer la seguridad digital.
La irrupción de la inteligencia artificial plantea nuevos desafíos. Los atacantes emplean IA para adivinar contraseñas con mayor rapidez y sofisticación, utilizando datos de credenciales filtradas y perfeccionando técnicas de phishing. Al mismo tiempo, estas tecnologías ofrecen herramientas mejoradas para la defensa.
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