
¿Continuidad o cambio? Tras la muerte de Francisco la pregunta surge inevitablemente respecto del perfil de su sucesor. Es que Jorge Bergoglio, si bien no llegó a realizar cambios revolucionarios en la Iglesia, puso en marcha una apertura -por ejemplo en el caso de los católicos divorciados vueltos a casar, permitiendo que puedan comulgar, y los gay dándoles espacios y bendiciendo a los cónyuges- que puso los pelos de punta a los sectores más conservadores.
Sus cuestionamientos a un sistema económico que considera inhumano -aunque sin abjurar del capitalismo- disgustaron a los católicos liberales como también su insistencia en la defensa de los migrantes incomodaron a quienes consideran su llegada a Europa y Estados Unidos como peligrosa y amenazante para los valores de Occidente. En fin, tampoco cayó bien en determinados sectores su promoción de los movimientos sociales de América Latina.
En otro plano, sus actitudes de cercanía a la gente sencilla, austeridad y alejamiento de todo boato resultaron difíciles de digerir para los sectores tradicionalistas. Llegaron a acusarlo de estar “desacralizando el papado”.
¿Su sucesor se mostrará despojado de ornamentos al presentarse tras su elección? ¿Seguirá usando un auto común o corriente con usaba Francisco? ¿Vivirá en la residencia del Santa Marta u optará por los aposentos papales?

Es cierto que hubo cuestiones en las cuales no avanzó, sea porque temió un cisma como el el caso de que hombres mayores casados de probada fe puedan ejercer el sacerdocio en zonas del planeta alejadas carentes de sacerdotes. O porque no estaba de acuerdo con el celibato optativo o el diaconado femenino -el primer peldaño del clero seguido por el sacerdocio y el episcopado- que también le hubieran provocado enormes tensiones.
Especulaciones
¿El hecho de que haya designado a las dos terceras partes de los cardenales menores de ochenta años -o sea, que votan en la elección papal- posibilitará que su sucesor se le parezca? Los observadores eclesiásticos aseguran que no necesariamente. Que en todo caso esto puede ejercer algún tipo de influencia, pero que no sería decisiva. ¿Quién podía imaginar que tras un Papa conservador como Pío XII iba a surgir un progresista como Juan XXIII?
¿Y quién se le parecería y quién no? ¿Acaso Francisco dejó un delfín? Si bien barajar nombres de posibles candidatos es una quimera -“el que entra papa al cónclave sale cardenal”, reza el dicho- las especulaciones son inevitables ante una elección papal. Aunque la difusión de probables candidatos perjudica sus chances porque es algo que cae mal entre los cardenales que prefieren la discreción, más allá se que puertas adentro haya debates fuertes.

No obstante, el actual presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), cardenal Matteo Zuppi, emerge como un claro papable. Proveniente de la progresista moderada Comunidad San Egidio y enrolado en la línea de Francisco, Zuppi -de 69 años- se ocupó de la desactivación de conflictos en Africa. En los últimos años fue enviado por el Papa a Ucrania y Rusia para tratar de lograr una tregua, el intercambio de prisioneros y ayuda humanitaria.
Otro candidato es el cardenal filipino Luis Antonio Tagle -de 67 años-, que fue llevado a Roma por Francisco para ocuparse de Cáritas Internacional y ser prefecto de la relevante Congregación para la Evangelización de los Pueblos. De hecho, hace unos años se decía que era el candidato preferido del Papa. Pero luego -sobre todo por algunos problemas de gestión que tuvo- su estrella comenzó a opacarse, según se escucha en medios vaticanos.

Otro que se menciona -también en la línea de Francisco- es el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin -de 70 años-, muy apreciado por su bonhomía. Fue nuncio (embajador papal) en Venezuela, entre otros cargos y destinos. Y fue designado para la actual función por Jorge Bergoglio. Pero es un sacerdote de carrera diplomática, sin experiencia pastoral, o sea, sin trabajo religioso en el terreno, lo cual le restaría posibilidades.
Del lado conservador emerge ante todo el cardenal Péter Ergó, arzobispo de Budapest, quien tuvo un breve paso por Buenos Aires enseñando Teología.
A diferencia de Francisco que permitió que los católicos divorciados en nueva unión puedan comulgar (recibir la hostia consagrada) cree que sólo pueden hacerlo si viven en continencia sexual. Y rechaza de plano las uniones gay, aunque acepta si acompañamiento pastoral.
No faltan quienes ponen en la lista de los conservadores -como el que más- al cardenal africano Robert Sarah, pero su edad -tiene 79 años- y el hecho de haber participado de algunas operaciones contra Francisco, lo vuelven altamente improbable.
Como también el cardenal Gerhard Müller -de 77 años- a quien en su momento el Papa no le renovó el mandato al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Los desafíos para el próximo Papa
Lo concreto es que 48 horas después de la muerte de Francisco comenzaron las llamadas “congregaciones generales” que con plenarios de cardenales que, si bien inicialmente tratan cuestiones relativas a las exequias pontificias, de a poco van analizando la situación de la Iglesia y los desafíos que deberá afrontar el próximo pontífice, lo cual implica qué perfil debe tener.
Hay un requisito relevante para elegir pontífice: hace falta el voto de los dos tercios de los cardenales electores para que se pueda consagrar un Papa, una cantidad no fácil de conseguir. Por eso, el arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, de muchos años en el Vaticano, dice que podría ocurrir que dos candidatos se neutralicen y se opte por “un tapado”.
En una semana más las congregaciones generales terminarán y los cardenales comenzarán el cónclave: o sea, deberán aislarse y empezar a votar en la Capilla Sixtina.
Son conscientes de que si tardan mucho ello se verá cómo lo que será: que no se ponen de acuerdo. ¿Optarán por la continuidad o por el cambio? ¿O por una continuidad con cambios? Lo cual nos un juego de palabras, aunque lo parezca.
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