Cómo estás? El mito del hombre feliz

Natalia Zito

Los argentinos usamos la pregunta “¿cómo estás?” como parte del saludo, de nuestro small talk o las palabras con las que algodonamos lo que en otros países no tienen problema en dejar vacío. Incluso, en algún momento -no puedo precisar cuándo ni por qué- el “¿cómo estás?” se impuso también en el intercambio de mails más o menos formales y hasta en ciertos mensajes de whatsapp. Pero claro, nadie espera que el interlocutor responda. Es decir, no se trata de una verdadera pregunta sino de un signo que está ahí no para preguntar, sino para decir algo de su emisor. Yo también lo uso, o más bien lo acepto, como esa regla de anticipar “¿te puedo llamar?”, cuando antes simplemente llamábamos y, si bien detesto malgastar palabras, digamos que admito ciertas reglas de juego. Pero hace unos días, un querido amigo peruano, le devolvió al “¿cómo estás?” toda su vitalidad con una respuesta que merece ser ofrecida para uso común: “tratando de imaginar a Sísifo feliz”.

Sísifo es un personaje de la mitología griega que es condenado a empujar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la roca caerá por su propio peso. Una y otra vez, Sísifo debe buscar la roca, volver a rodarla hacia arriba y que ésta vuelva a caer. Así, hasta la eternidad. Los dioses pensaron que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza, escribió el escritor y filósofo francés Albert Camus en su ensayo “El mito de Sísifo”, en el que se dedicó, él también, a desafiar a los dioses. Camus argumenta que el mito es trágico porque Sísifo tiene conciencia de que no hay otro propósito más que la repetición. Dice que el asunto está ahí: en tener conciencia de que no hay más que esa tarea sin fin. Pero ¿qué pasaría si Sísifo pudiera sostener la esperanza de un propósito? Tal como cualquier trabajador que se dedica a las mismas tareas durante toda su vida, a lo largo de cada día, para llegar a la noche, descansar y volver a empezar. Camus advierte que la dicha y lo absurdo son hijos de la misma tierra. Entonces, explica que Sísifo es dueño de sus días y de la forma en que se dedica a rodar su piedra. Pero, sobre todo, no tiene otro Sísifo con quien pueda compararse, otro que suba más rápido o más lento la montaña, tampoco hay un amo que pueda querer más a su vecino. Cada gramo de su roca, cada trozo de oscuridad en la montaña es suyo y constituyen, para él, un mundo, el único posible.

El esfuerzo mismo para llegar a la cima, sostiene Camus, basta para llenar el corazón de un hombre, por lo que hay que imaginar a Sísifo dichoso. Quizá sea mejor empujar la roca por la mañana y verla caer al atardecer; quizá esa plenitud del instante en el que por fin cae se parezca a terminar de escribir este texto, sentir que ya está y al minuto siguiente, abrir el archivo de la novela que estoy escribiendo y saber que esa montaña es todavía más alta, pero mientras no mire a otros Sísifos, puedo -como mi amigo- tratar de imaginarme feliz.


Sobre la firma

Natalia Zito

Natalia Zito

Escritora y psicoanalista.

Bio completa

Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados

QUIERO RECIBIRLO

Newsletter Clarin

fuente: CLARIN

Artículos Relacionados

Volver al botón superior

Adblock Detectado

Considere apoyarnos deshabilitando su bloqueador de anuncios