Científicos advierten que depender de la IA genera sedentarismo cognitivo – Periferia

La revolución tecnológica que estamos viviendo con la llegada de la Inteligencia Artificial al alcance de todos tiene una contracara que preocupa cada vez más a la comunidad científica: el deterioro progresivo de nuestras capacidades cognitivas. Diego Fernández Slezak, director del Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, acuñó el término «sedentarismo cognitivo» para describir este fenómeno que amenaza con convertir a millones de usuarios en dependientes digitales incapaces de pensar por sí mismos.

«Cuando uno cede todo el tiempo una cierta capacidad a un dispositivo tecnológico, de a poco esa capacidad se va oxidando y se pierde», advirtió Fernández Slezak en diálogo con medios académicos. El concepto, popularizado originalmente por el neurocientífico Mariano Sigman y el tecnólogo Santiago Bilinkis en su libro «Artificial», funciona como una analogía directa con el sedentarismo físico: así como nuestros músculos se atrofian cuando dejamos de usarlos, nuestro cerebro también pierde capacidades cuando terceriza sus funciones en algoritmos.

Un cerebro que se apaga

La advertencia de los especialistas argentinos encontró respaldo en una investigación reciente del Instituto Tecnológico de Massachusetts. El estudio del MIT Media Lab, dirigido por la investigadora Nataliya Kosmyna, monitoreó durante cuatro meses la actividad cerebral de 54 estudiantes universitarios mediante electroencefalogramas mientras realizaban tareas de escritura académica.

Los resultados son contundentes y alarmantes. Los participantes que utilizaron ChatGPT para redactar ensayos mostraron una reducción de hasta el 55% en su conectividad neuronal en comparación con quienes escribieron sin asistencia tecnológica. Las áreas cerebrales más afectadas fueron precisamente aquellas vinculadas con la memoria, la creatividad, la concentración y el procesamiento semántico.

Pero hay algo más inquietante en los datos del MIT: el 83% de los estudiantes que escribieron con ayuda de ChatGPT no pudieron recordar ni una sola frase de lo que acababan de redactar minutos antes. En contraste, solo el 11% del grupo que trabajó sin IA tuvo problemas similares de memoria.

«No estarían generando pensamiento propio», resume lapidario el análisis que circula en ámbitos académicos sobre estos estudiantes que delegan su razonamiento en máquinas.

El GPS mental y la pérdida de habilidades esenciales

Para graficar el problema, Fernández Slezak recurre a un ejemplo cotidiano que todos conocemos: el GPS. «Su uso constante nos lleva a dejar de formar mapas mentales, dejar de planificar y establecer rutas. Es una capacidad que se puede perder, o dejar de aprender en las nuevas generaciones», explicó el investigador de la UBA.

La clave, según el director del Laboratorio de IA, está en la conciencia sobre qué capacidades estamos dispuestos a ceder y cuáles consideramos indispensables preservar. «La pregunta es, ¿hasta qué punto? ¿Cuáles son esas capacidades que queremos conservar? La clave es ser crítico y consciente de eso», planteó.

Esta reflexión adquiere particular relevancia cuando se analizan los cambios que la IA está generando en el mundo profesional. Fernández Slezak, programador de formación, lo siente en carne propia: «Yo aprendí a programar de una manera y hoy se programa de otra. Hoy tenés un copiloto que es la IA que, en algunos casos, programa mejor que vos. No existe empezar un código con una página en blanco como antes».

Educación en crisis: ¿cómo enseñar en tiempos de IA?

El sistema educativo enfrenta uno de sus mayores desafíos históricos. «Si quisiéramos cambiar la currícula de la escuela, lleva más de un año. La tecnología cambia tan rápido en la actualidad, que en ese tiempo lo que se hubiese decidido aplicar, ya no tendría sentido», advirtió el experto de la UBA.

La velocidad del cambio tecnológico supera completamente la capacidad de análisis y adaptación de las instituciones educativas. Ante esta realidad, Fernández Slezak propone concentrarse en garantizar habilidades esenciales que todo ciudadano debería tener, independientemente de los avances tecnológicos.

«¿Cuáles son las 10 habilidades que la escuela debería garantizar a todas las personas que tengan una educación razonable?», se pregunta el investigador, y enumera: las tablas de multiplicar, análisis sintáctico, bilingüismo, compresión de texto, inclusión social. «Por ahí hay que concentrarse en eso y dejar que lo otro fluya».

La defensa del bilingüismo como herramienta cognitiva es particularmente reveladora. «Está demostrado que genera un reconexionado neuronal que te ayuda, te facilita el pensamiento en general, y a formarte como una persona más completa desde el punto de vista cognitivo», explicó Fernández Slezak.

El argumento es similar al que sostiene sobre las tablas de multiplicar: aunque todos tenemos calculadoras en el bolsillo, saber matemática básica de memoria resulta fundamental porque proporciona herramientas para el pensamiento analítico que luego se aplican en contextos más complejos.

Entre el entusiasmo y la precaución

La posición de Fernández Slezak no es tecnofóbica ni apocalíptica. Al contrario, reconoce que la IA llegó para quedarse y que hay que incorporarla lo antes posible. Pero con una salvedad crucial: «Hay que incorporar las nuevas tecnologías lo más temprano posible, pero sabiendo también hacer las cosas sin esa tecnología. Porque te da la capacidad de análisis y de poder hacer mejor uso de esa tecnología que estás incorporando».

El cerebro, insiste el especialista, no deja de ser un músculo que hay que entrenar. «Las conexiones neuronales se entrenan. Si no se hacen ejercicios, pierden fuerza, igual que los brazos o las piernas».

Esta misma premisa se reflejó en los resultados del experimento del MIT. En una segunda fase de la investigación, cuando se invirtieron los roles entre grupos, aquellos estudiantes que primero habían trabajado sin asistencia tecnológica y luego incorporaron ChatGPT lograron mantener buenos niveles de conectividad cerebral. En cambio, quienes se habituaron desde el inicio a depender de la IA mantuvieron una actividad neuronal deprimida incluso cuando intentaron trabajar sin ayuda.

Un problema que recién comienza

«Cómo nos está afectando la Inteligencia Artificial es algo que estamos viendo mes a mes. Yo hace años que doy charlas sobre IA, y lo que decía hace dos años, ya no sirve», reconoció con franqueza Fernández Slezak.

La pregunta sobre si la tecnología nos está haciendo más o menos inteligentes ya no es académica. Es urgente y necesita respuestas que orienten políticas públicas, estrategias educativas y decisiones individuales sobre cómo queremos vivir en este nuevo mundo mediado por algoritmos.

Lo que queda claro es que estamos ante un experimento social masivo sin precedentes, cuyos resultados veremos en la próxima generación. Como advirtió el investigador de la UBA: «Hay que convivir con esto, a esta velocidad», pero sin perder de vista cuáles son las capacidades humanas que no podemos darnos el lujo de delegar.

Puntos clave

  • Diego Fernández Slezak, director del Laboratorio de IA de la UBA, advierte sobre el «sedentarismo cognitivo» que genera depender excesivamente de herramientas de Inteligencia Artificial.
  • Un estudio del MIT reveló que estudiantes que usan ChatGPT presentan hasta 55% menos de actividad cerebral y el 83% no recuerdan lo que escribieron.
  • El uso constante de tecnologías como GPS genera pérdida de capacidades como formar mapas mentales y planificar rutas.
  • Fernández Slezak defiende enseñar habilidades básicas como tablas de multiplicar y bilingüismo porque generan capacidades cognitivas fundamentales.
  • La velocidad del cambio tecnológico supera la capacidad de adaptación del sistema educativo, que tarda más de un año en modificar currículas.

fuente: GOOGLE NEWS

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