
Las redes se llenaron de retratos “ghiblizados” con IA, esa moda fugaz que convierte selfies en escenas de Studio Ghibli. Pero detrás del encanto digital hay un dato crudo: cada imagen generada consume agua potable, un recurso cada vez más escaso. Servidores como los de ChatGPT y DALL-E requieren refrigeración constante, y aunque las empresas hablan de “nubes digitales”, la realidad es física: usan millones de litros de agua en regiones que ya sufren estrés hídrico.

El colonialismo digital
El problema no es solo técnico, sino geopolítico. El 80% de los servidores de IA están en países ricos, pero el agua que gastan viene de zonas vulnerables. Mientras Europa y EE.UU. juegan con filtros, comunidades en África y América Latina ven cómo sus pozos se secan. Thomas Piketty lo advirtió: la tecnología amplía la desigualdad, y esta moda es el ejemplo perfecto.
¿Hay solución?
Las Big Tech prometen ser “sostenibles” para 2030, pero sus informes omiten cifras concretas. Mientras tanto, podemos:
- Exigir transparencia sobre el consumo real de agua
- Reducir el uso frívolo de herramientas de IA
- Presionar para que usen energías renovables
La próxima vez que veas un filtro Ghibli, recuerda: esa fantasía efímera tiene un costo muy real. El futuro no será mágico si no queda agua para beber.
