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En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) irrumpió en múltiples ámbitos de la vida cotidiana, imponiendo una transformación profunda. En el terreno educativo, esta transformación tecnológica sucede en silencio, pero con un impacto creciente y decisivo en la manera en que docentes y estudiantes se relacionan con el aprendizaje.
En la Argentina, una iniciativa llamada Auroria emerge como un asistente conversacional de IA diseñado especialmente para las escuelas, orientado a acompañar y potenciar el rol docente, al tiempo que protege la autonomía cognitiva de los estudiantes.
Una inteligencia artificial pensada para la escuela y el docente
Auroria no es una herramienta genérica ni una aplicación más basada en ChatGPT u otras IA populares. Fue concebida desde sus cimientos para integrarse responsablemente en el ecosistema escolar, respetando la ética y las particularidades pedagógicas.
“Cuando la IA está diseñada para el aula, puede convertirse en un aliado real del docente. Le ahorra tiempo en planificación con herramientas como la generación de clases, simulacros y prácticas personalizadas. Le da visibilidad sobre lo que sus estudiantes consultan y dónde tienen más dificultades, gracias a analíticas pedagógicas, y le permite personalizar recursos según necesidades especiales, como TDAH o dislexia,” explicó a iProfesional Daniela Buján, cofundadora de Auroria.
Buján destacó además que la seguridad y la ética son pilares fundamentales. Auroria incorpora filtros de contenido por edad y alertas emocionales para cuidar a los alumnos. Posee un modo socrático que evita dar respuestas directas y fomenta el razonamiento. De esta manera, “la IA refuerza el rol del docente y le devuelve el control sobre el proceso de enseñanza, sin sobrecargarlo ni desalinearlo de su currículo”, dijo Buján.
La iniciativa “Mi madre creó un chat GPT”
La génesis de Auroria parte de una historia personal y una convicción sobre el uso responsable de la tecnología. Buján y su marido Juraj, también cofundador, unieron sus experiencias de vida y conocimientos para crear esta herramienta.
Juraj creció en un pequeño pueblo de Eslovaquia, acompañado por su madre y abuela, ambas maestras, y vivió en carne propia las dificultades de un alumno que no encajaba fácilmente en el sistema tradicional. Buján, con una sólida trayectoria en ciberseguridad y educación digital en la Argentina, vio el desafío de acercar la tecnología a los chicos con criterio y cuidado.
La iniciativa inicial, llamada “Mi madre creó un chat GPT,” comenzó como un proyecto familiar para guiar a los hijos en el uso de la inteligencia artificial en casa, y evolucionó rápidamente hacia un proyecto escolar.
“Cuando la inteligencia artificial irrumpió en la vida cotidiana, supimos que las escuelas se enfrentarían al mismo dilema que vivimos con la llegada de Internet y las redes sociales: prohibir o guiar. Y quisimos estar del lado de quienes eligen guiar,” afirmó Buján.
Daniela Buján
Transformación silenciosa en las escuelas argentinas
La adopción de inteligencia artificial en las aulas es una realidad que crece cotidianamente, aunque muchas veces sin una planificación formal. Según datos recientes citados por Buján, “el 54% de los chicos argentinos entre 9 y 17 años ya usa IA para estudiar o hacer tareas, y casi 7 de cada 10 lo hace sin mediación adulta.” Esto implica que la inteligencia artificial ya está presente en el aula aunque nadie la haya invitado oficialmente.
Buján explicó que esta transformación es “silenciosa porque ocurre todos los días, sin que siempre haya un plan detrás“. Sin embargo, el diálogo sobre IA ya forma parte de la agenda educativa y política. Distintas provincias y ciudades comienzan a anunciar programas de capacitación y uso responsable. El principal desafío radica en “que, en muchos casos, la implementación se limita a capacitar sin brindar herramientas, o a dar acceso a una herramienta genérica, sin un marco pedagógico ni medidas de cuidado”, dijo Buján.
Inquietudes escolares sobre la IA
Las escuelas que contemplan incorporar inteligencia artificial manifiestan preocupaciones recurrentes. Entre las inquietudes que más se repiten están:
- Pérdida del pensamiento crítico y la autonomía en los estudiantes si la IA hace por ellos en vez de guiarlos.
- Exposición a contenidos inapropiados o sesgados, especialmente con herramientas genéricas sin filtros por edad.
- Falta de tiempo y formación docente específica para usar IA pedagógicamente.
- Desalineación con el proyecto educativo y valores institucionales.
- Sobrecarga laboral si la IA no simplifica tareas como planificación y seguimiento del aprendizaje.
Como sintetizó Buján, “en el fondo, todas estas preguntas apuntan a lo mismo: cómo aprovechar la IA sin perder control, coherencia ni la esencia del vínculo educativo“. Por eso, las escuelas necesitan acompañamiento y herramientas diseñadas para este contexto. En ese sentido, Auroria busca ser ese espacio seguro y guiado.
Integración sin imposición: un modelo gradual y acompañado
Prohibir la inteligencia artificial en la escuela no es viable ni útil, ya que los estudiantes cuentan con esta tecnología en sus dispositivos personales. Tampoco puede imponerse su uso sin reflexión. La clave está en una integración gradual, opcional y con sentido pedagógico.
“La clave es que la herramienta esté alineada con la currícula, los valores y la etapa de desarrollo de cada grupo, y que fomente el pensamiento crítico en lugar de entregar respuestas listas,” dijo Buján. Por ello, Auroria ofrece a cada institución la posibilidad de decidir cómo y cuándo usar la IA. Se forma a los docentes, se da control institucional y se incentiva que la IA potencie, sin reemplazar, la experiencia humana en el aprendizaje.
Deuda cognitiva: el desafío invisible
Uno de los principales riesgos de un uso desregulado de la inteligencia artificial es la llamada “deuda cognitiva,” que implica la pérdida progresiva de capacidades esenciales como el razonamiento, la atención y la memoria. Buján profundizó: “La deuda cognitiva es el costo invisible de delegar demasiado en la tecnología. En educación, eso ocurre cuando los estudiantes usan IA para obtener respuestas sin comprender el proceso.”
Estudios científicos de instituciones como el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT) y la Universidad de Tokio revelan que, al resolver tareas con IA, la actividad cerebral en zonas claves puede reducirse hasta un 55%, y el 83% de los alumnos no retiene los contenidos una hora después. El riesgo es graduar generaciones que sepan obtener respuestas pero no formular preguntas ni confiar en su propio criterio.
Para mitigar esta deuda cognitiva, Auroria incorpora diversas estrategias, como evaluar procesos y no solo resultados, usar modos socráticos que fomentan el análisis y la repregunta, activar personalizaciones para cada escuela y formar a docentes y familias para un acompañamiento consciente. “La verdadera meta no es que los chicos sepan usar IA, sino que lo hagan sin perder su capacidad de pensar por sí mismos,” concluyó Buján.
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fuente: inteligencia artificial que transforma la educación argentina – iProfesional”> GOOGLE NEWS