
El Antiguo Egipto, definido por Heródoto como “un don del Nilo”, desarrolló una civilización que se extendió por milenios y que forjó una práctica médica tan sofisticada como particular. La salud se entendía como una mezcla de lo terrenal y lo divino, y las enfermedades se clasificaban en aquellas atribuidas a espíritus malignos, las provocadas por traumatismos, y las de origen desconocido, imputadas a la acción divina.
Los médicos, conocidos como swnw (que significa “el hombre de los que sufren o están enfermos”), gozaban de un alto estatus, a menudo vinculados a las élites sacerdotales y los escribas. Su pericia era tan reconocida que eran solicitados por soberanos extranjeros.
Según el papiro de Ebers, los médicos se dividían en tres categorías: los que empleaban medicamentos, los cirujanos —llamados también sacerdotes de Sekhmet, la diosa leona de las enfermedades— y los magos o conjuradores.
La pericia de los médicos egipcios era tan reconocida que eran solicitados por soberanos extranjeros. (Foto: IA Gemini).
Las bases del cuerpo y la formación
El historiador Heródoto sugirió que existía una incipiente especialización médica, con profesionales dedicados a tratar un solo tipo de dolencia, una afirmación respaldada por la existencia de figuras como Hesy-Re (Tercera Dinastía, 2620 a. C.), especializado en patología dental. La medicina egipcia concebía el cuerpo humano como un sistema de conductos llamados met, cuyo epicentro era el corazón (Ib).
A través de estos canales circulaban el aire, la sangre, los alimentos y el esperma. La obstrucción de los met era vista como la causa de las enfermedades, lo que explica la popularidad de las sangrías como remedio. El corazón era considerado la sede del pensamiento y los sentimientos, con la capacidad mística de “hablar”, algo que solo los swnw podían descifrar.
La formación de estos profesionales se llevaba a cabo en las “casas de la vida” (Per-Ankh), centros adscritos a templos como los de Sais, Tebas y Heliópolis. Aunque no eran escuelas médicas en el sentido moderno, funcionaban como centros de documentación y saber, donde los alumnos copiaban y archivaban textos fundamentales.
Gran parte de la asistencia médica se realizaba en el domicilio del paciente, si bien hay evidencia de que existían sanatorios adosados a templos, como el hallado en Denderah. Los médicos estaban sujetos a estrictas regulaciones: en caso de fracaso terapéutico que condujera al fallecimiento del paciente, podían enfrentar sanciones severas, incluida la pena de muerte.
El médico más influyente y venerado fue Imhotep (ca. 3000 a. C.), visir del rey Zoser y arquitecto de la pirámide escalonada de Saqqara. Tras su muerte, fue divinizado y venerado como el dios de la medicina, el equivalente egipcio de Asclepio.
Así eran los hospitales y tratamientos en tiempos de los faraones. Imagen: Gémini
Las claves de su saber
El conocimiento médico egipcio ha llegado hasta la actualidad a través de los papiros médicos, documentos que revelan un enfoque racional y observacional, separando la magia de la medicina.
- Papiro de Kahun: el más antiguo, que detalla el tratamiento de enfermedades ginecológicas y métodos para diagnosticar el embarazo.
- Papiro de Ebers: una extensa recopilación de farmacopea y descripciones de diversas enfermedades.
- Papiro de Edwin Smith: un tratado quirúrgico de notable precisión que describe heridas, fracturas, luxaciones y el instrumental utilizado.
Elementos terapéuticos no desarrollados
- Toxicología y minerales: uso de sustancias minerales como el natrón para quemaduras.
- Zooterapia: empleo de grasas animales (como la grasa de vaca) y la leche de burra en tratamientos.
- El uso de la miel: considerada un don del dios Ra, era un ingrediente recurrente en la farmacopea por sus propiedades antisépticas.
- Instrumental quirúrgico: la evidencia de escalpelos y tijeras en relieves del templo de Kom Ombo.
- Tratamientos innovadores: la aplicación de tablillas de madera y vendajes de lino para inmovilizar y soldar fracturas.
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