
Los debates sobre la historia de un país son más que una curiosidad académica ya que sirven de fundamento para defender o rechazar movimientos políticos e ideas económicas actuales. Pienso en el reciente debate entre el Presidente y una historiadora sobre si Argentina fue “potencia” alguna vez.
O la interesante entrevista de Niall Ferguson y su argumento que la Argentina “fue un país muy rico, uno de los más ricos del mundo, hace apenas un siglo… el misterio es qué salió mal…”. Milei y Ferguson consideran que el auge del sigo XIX se debió a las políticas económicas de “la libertad”; que esas políticas cambiaron, o con los radicales en 1916, o con el justicialismo en 1945; y que eso explica la declinación posterior.
Por el contrario, mantener las políticas del gobierno actual, dice Ferguson, “conducirá a una era de prosperidad que la Argentina no ha conocido en un siglo”.
Esta interpretación tiene problemas fácticos y analíticos. Para ser potencia se necesita cierto tamaño del PBI total. Tomando a EE.UU como referencia (porque según varias interpretaciones éramos comparables), entre 1820 y la actualidad la Argentina ha representado en promedio un 5% del PBI total de EE.UU. El punto más alto fue 7.2% del PBI total de EE.UU en 1933, durante la Gran Depresión, cuando EE.UU cayó más que la Argentina. En 1910 éramos el 4.7% del PBI total de EE.UU; ahora estamos alrededor del 4%.
Una alternativa es mirar el PBI por habitante (o ingreso por habitante, Iph) para ver si fuimos de los países más ricos (a veces Milei dice “el” más rico) del mundo en el siglo XIX. Siguiendo con la comparación con EE.UU, el máximo fue en 1896, cuando el Iph argentino llegó al 83% del de EE.UU (que estaba en recesión).
De todas maneras, no éramos el país más rico: aún en ese año había un 14% de los países con datos que tenían un Iph más alto que Argentina (es importante la aclaración de “países con datos,” porque a veces se dice que “caímos del número X al número Y” sin considerar que el número total de países en el mundo con datos fue aumentando significativamente).
Además, al año siguiente Argentina sufrió la recesión más profunda de la historia con datos (-21%) y entonces en 1897 un 23% de los países con datos tuvieron Iph superiores al de Argentina. Finalmente, en 1916, la conclusión del período del “modelo de la libertad” y cuando se supone que empiezan los “100 años de declinación”, el Iph argentino estaba un 14% por debajo de 1896, se había caído al 48% del Iph de EE.UU, y un 26% de los países con datos tenían Iph superiores.
La tasa de crecimiento del Iph durante 1860-1916 fue 1.48% anual (punta a punta), menor que la del período 1916 y 1975, que fue 1.65% anual. Además, la economía durante el “modelo de la libertad” fue mucho más volátil que entre 1916-1975. La elección de Yrigoyen fue un repudio a la “casta” de ese momento y su modelo económico y político.
Nuestra declinación empieza luego de 1975, cuando aún con la recesión de fines del gobierno peronista de ese momento, Argentina tenía indicadores comparables o algo mejores que los de 1916: un Iph casi del 50% de EE.UU y aproximadamente solamente un 18% de los países con datos tenían Iph superiores a la Argentina. Como he argumentado varias veces si hubiéramos podido mantenernos en el porcentaje del Iph de EEUU de 1975 ahora estaríamos ubicados entre Portugal y España y muy por encima de todos los países de América Latina.
Pero ahora tenemos solamente un 31% del Iph de EE.UU y un 47% de los países con datos nos superan en Iph, incluyendo varios de América Latina. Es particularmente preocupante el desempeño desde 2011 cuando Cristina Fernandez decide “ir por todo,” sube el gasto público al 40% en 2015 (que Mauricio Macri mantuvo hasta 2018), y entramos en una serie de crisis económicas que aún no se han resuelto.
Dos puntos analíticos finales. Primero, varios estudios muestran porcentajes declinantes del Iph de Argentina respecto de un grupo de países, especialmente europeos, desde antes de 1975 (por ejemplo 1950). Cuando se usan esos coeficientes es importante considerar el “teorema de Garrincha:” el otro equipo también juega. Esos países europeos aceleraron su crecimiento por la reconstrucción post guerra y el Plan Marshall.
Argentina no se desacelera sino luego de 1975. Hasta este año lo que hay que explicar no es la “declinación” argentina, sino la aceleración de los países europeos. Sin embargo, desde 1975 y en particular desde 2011, el problema ha sido, en buena medida, generado internamente: el crecimiento del Iph bajó a 0.74% anual, apenas por encima del período de la Independencia y de las luchas intestinas. Este último período, como el del “modelo de la libertad,” ha sido también muy volátil.
Segundo punto analítico: el desempeño económico de un país como Argentina depende no solamente de las políticas internas sino de las condiciones internacionales. El período de alto crecimiento de fines del siglo XIX fue apoyado por condiciones externas positivas como la apertura del mercado inglés y los altos precios del trigo (ajustados por inflación fueron 4-5 veces superiores a los valores de 2020).
Cuando las condiciones externas se hicieron desfavorables, “el modelo de la libertad”, que además estaba generando crisis financieras recurrentes como lo muestra el artículo del Banker’s Magazine de 1899 que he citado en otro artículo, entró en declinación.
Mi lectura de la historia es que para volver a crecer se necesita primero eliminar los desbalances macroeconómicos generados por el segundo gobierno de Cristina Fernández, profundizados por los gobiernos de Macri y Alberto Fernández/CFK, y que no me parece que puedan ser resueltos con el enfoque del gobierno actual.
Eugenio Díaz Bonilla es economista.
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