
Cada vez más adultos mayores deciden rehacer su vida afectiva después de una separación, divorcio o viudez. Este cambio personal no solo transforma su día a día, sino que también impacta en toda la familia: sus hijos y nietos se ven interpelados ante la llegada de una nueva pareja, y surgen preguntas sobre cómo integrar estos vínculos sin generar tensiones.
La vida afectiva en la vejez deja de ser un tema tabú y cada vez más adultos mayores buscan sentirse deseados, activos y acompañados. La generación actual no se conforma con retirarse de la vida social o emocional: quiere vivir nuevas experiencias y mantener su autonomía.
Una nueva mirada sobre la vejez y la afectividad
Ricardo Iacub, psicólogo especializado en estudio de la vejez, explicó a Clarín: “La gente mayor actual no quiere retirarse ni de la actividad física, ni de sentirse activos. Y esa actividad implica también la sexualidad, el sentirse deseados, el querer estar atentos y vigentes en la actualidad. Creo que esta es una dimensión importante donde hoy nadie quiere retirarse de nada”.
Según el experto, esta generación vivió la sexualidad con una perspectiva diferente a la de sus padres, con una mirada más positiva y abierta sobre estas temáticas. Además, asegura que mantenerse activo sexualmente tiene beneficios para la salud y la vitalidad, siempre considerando la atención médica adecuada.

La psicóloga Maritchu Seitún, especializada en orientación a padres, coincide y agrega: “La sociedad nos lleva hoy a respetar nuestros deseos y necesidades y a abandonar la aceptación y /o resignación de generaciones anteriores. Tenemos una expectativa de vida larga, lo que nos lleva a revisar con quién queremos envejecer”.
Reacciones de los hijos y los nietos
Respecto a los hijos, Iacub señala que “en los hijos varones puede haber más control sobre las madres. Aparece también el temor a que aparezca otra persona y haya conflictos con herencia o por reemplazar a una figura paterna o materna que ya no está”.
Sin embargo, aclara que “cuando hay una buena pareja en una persona mayor, no hay nada mejor para un hijo que alguien realmente quiera a sus padres. La pareja es en quien más uno puede sostenerse ante una situación de enfermedad o dificultad”.
Seitún asegura: “A los hijos les cuesta que se rompa la pareja parental, que dan por sentada y les da enorme seguridad, y por otro lado, ellos están en la etapa de buscar pareja, y los descoloca que sus padres ‘invadan’ ese territorio que lo ven como propio, del mismo modo que a los adolescentes les cuesta que sus padres se separen y vuelvan a hacer pareja”.

Y añade: “A los hijos los asusta o descoloca la confirmación de que sus padres siguen teniendo deseos y vida sexual. Pero con el correr del tiempo, descubren las ventajas de que su padre o madre no esté solo y tenga compañía”.
Sobre los nietos, ambos especialistas afirman que sus reacciones estarán influidas por el comportamiento de sus padres. “Pero si nada influyera y la nueva pareja fuera amigable, podría convertirse en un adulto más con quien jugar, conversar, que tiene tiempo para ellos y los espera con rica comida”, afirma la psicóloga.
Cómo integrar a la nueva pareja
El psicólogo destaca que la clave está en la presentación gradual y respetuosa: “Hay que incluir a la nueva pareja de a poco, y entender que cuando hay amor, lo que más importa es que una persona esté bien. Una buena pareja, sea conviviente o se encuentren los fines de semana, es sumamente positiva”.

Seitún coincide: “Lo fundamental es no apurar los tiempos, conocerse en varias situaciones relajadas, saber escuchar y responder las inquietudes de los hijos”.
“Armar una pareja en la vejez es como volver a empezar de nuevo. Esta idea de regeneración y vitalidad es muy positiva y es uno de los grandes logros de una pareja que funciona bien”, concluye Iacub.
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